10 JULIO, 2020
“Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué, el cual también recibisteis, en el cual también estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra que os prediqué, a no ser que hayáis creído en vano.” 1 Corintios 15:1-2
Un cliché que a menudo repiten muchos líderes cristianos con poco deseo de embarrarse los pies en el discutido y complejo tema de la política es: “La iglesia no está llamada a hacer política, la iglesia está llamada a predicar el evangelio.”
El problema con esta frase es que es muy general y está sujeta a múltiples interpretaciones. Es decir, puede ser entendida de muchas maneras. De hecho, hay muchas palabras que podrían bien tener varias definiciones. ¿Qué es la iglesia? ¿Qué es la política? ¿Qué es el evangelio? No todos estamos de acuerdo respecto a lo que significan estos términos. Por ejemplo, alguien podría creer que la iglesia es meramente una institución religiosa. Otros podrían argumentar que la iglesia es el cuerpo de Cristo, el conjunto de los redimidos. Otros podrían llegar a pensar que la iglesia es solo su liderazgo: los pastores y diáconos. Como verá, el asunto no es tan simple como parece. Como si fuera poco, ¿qué quiere decir esta frase cuando afirma que la iglesia no está llamada a hacer política? ¿Qué es hacer política? ¿Es formar un partido político exclusivamente cristiano? ¿Es denunciar públicamente el pecado de los políticos? ¿Es incursionar en discusiones que giran en torno al Estado? ¿Es predicar sobre política desde el púlpito? Para añadir un poco más de dificultad, ¿Qué es el evangelio? ¿Es un mensaje de salvación individual? ¿Es un boleto al cielo? ¿Es una póliza de seguro contra el infierno? ¿Es que Dios me va a sanar de mi enfermedad mortal y hacerme rico y próspero? En otras palabras, la frase únicamente oscurece, y en mi experiencia personal, usarla tiene un efecto muy negativo en muchos cristianos. Solo por mencionar un ejemplo, hay un sector “cristiano” en mi país (Argentina) que apoya abiertamente gobiernos perversos y tiránicos, cuya agenda incluye el aborto, políticas de género, asistencialismo estatal y violaciones de derechos y libertades individuales. ¿Por qué lo hacen? Porque la religión y la política no se mezclan, porque la iglesia solo está llamada a predicar el “evangelio”. Gracias a Dios, aún hay esperanza.
Con el deseo y la intención de traer luz sobre esto, quisiera clarificar el tercer concepto clave. No me voy a enfocar en la iglesia ni tampoco en la política sino en el evangelio. O cómo lo llama nuestro Señor Jesucristo: el evangelio del reino.
Karl Marx fue un filósofo alemán que vivió hace 150 años, y que hoy día es endiosado en varias universidades del mundo, además de haber alimentado los discursos políticos de gobiernos socialistas y autoritarios en toda Latinoamérica desde hace más de 50 años. Él dijo: “La religión es el opio de las masas”. El opio es una planta a partir de la cual se extrae lo que nosotros conocemos como morfina, una droga que alivia el dolor, adormece e incluso es capaz de producir alucinaciones. Por lo tanto, lo que Marx quiso decir es que la religión es una droga que ejerce sobre las personas un efecto aliviador, adormecedor y alucinante. Es decir, la religión no es más que una falsa esperanza de un cielo futuro que no existe para que te olvides de los problemas del aquí y el ahora en este mundo. Es solo un consuelo pasajero que te condena a un presente estático. Cito nuevamente a Marx: “La religión es la felicidad ilusoria de la gente”. En vista de su visión de la religión (y sobre todo del cristianismo) Marx creía que debemos deshacernos de la religión para poder cambiar el mundo porque la religión ciega a las personas respecto de los problemas que ellos realmente tienen. Pero en realidad, no es así, el evangelio es el que tiene el poder para cambiar al mundo. No hay que deshacernos de la religión para cambiar el mundo, hay que abrazar, proclamar y vivir a la luz del evangelio.
Somos los cristianos los que hemos dado lugar a visiones no bíblicas o al menos incompletas del evangelio, de la religión cristiana. El evangelio no es sino una palabra que resume todo el mensaje de la Biblia, la historia de la redención cuyo foco central es la persona y la obra de Cristo. El centro del evangelio es nuestro Señor Jesucristo.
¿Qué pasa cuando no entendemos correctamente el evangelio? Le damos oportunidad a los enemigos del evangelio para que impidan el avance del reino de Cristo, moldeen el pensamiento de la sociedad, se pudra nuestro mundo en la desesperanza y el Estado adoctrine a nuestros hijos con una cosmovisión (una manera de pensar) que no considera a Dios y es hostil al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. ¿No dice Cristo que Su pueblo es la luz del mundo? ¿La sal de la tierra?
Nosotros hemos contribuido a esta visión. Hemos reducido a Jesús a un dios (con minúscula) que nos necesita, que está profundamente enamorado de nosotros, que golpea a la puerta de nuestros corazones y nos pide permiso para entrar a nuestras vidas. Un Jesús que no está interesado en que nuestras vidas cambien, sino que solamente quiere salvar nuestras almas. Por cierto, la salvación es algo meramente personal e individual.
Déjame decirte que esa visión es equivocada. Primero, Jesús no te necesita, tú le necesitas a Él. Segundo, Jesús no está enamorado de ti, Jesús ha decidido amarte con amor eterno. Tercero, Jesús no toca la puerta de tu corazón para preguntarte si quieres que Él sea tu rey, Él es Señor y Rey y te manda que te arrepientas. Cuarto, Jesús no vino a salvar tu alma, Él vino a salvarte por completo. Quinto, la salvación es mucho más grande que tu salvación personal, Jesús vino a redimir un pueblo más numeroso que las estrellas del cielo, de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y Él ha de redimir incluso a la creación entera quitando la maldición del pecado para siempre de este mundo.
Brevemente, voy a desarrollar los siguiente cinco puntos mencionados, aunque la atención estará puesta sobre los últimos tres. (1) Jesús es un dios que te necesita (2) Jesús está profundamente enamorado de ti. (3) Jesús necesita de tu permiso para ser tu Rey. (4) Jesús solo quiere salvar tu alma. (5) La salvación es algo meramente individual.
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