22 AGOSTO, 2020
Antes de continuar leyendo, permíteme comentarte que este artículo forma parte de una serie de artículos bajo el encabezado: “El Evangelio del Reino”. Si aún no leíste la introducción ni las primeras tres partes, te animo a entrar a los siguientes links: El Evangelio del Reino (1), Jesus, ¿es un dios que te necesita? (2), Jesús, ¿está profundamente enamorado de ti? (3), Jesús, ¿necesita tu permiso para ser tu Rey? (4)
Recuerdo haber escuchado varios predicadores decir desde el pulpito: “Jesús quiere salvar tu alma”. De seguro que dicha declaración tiene nobles intenciones detrás, e incluso es correcto afirmar tal cosa. El problema es que quizás debido a la influencia del pensamiento griego y católico-medieval en la cultura occidental, sumado al énfasis constante de las iglesias en el alma y el cielo, tal predicador y varios de sus oyentes, probablemente asuman tres conceptos erróneos: (1) que el alma es moralmente superior al cuerpo, (2) que Dios está solamente interesado en salvar el alma de las personas, es decir, su parte “espiritual”; (3) y que, por lo tanto, no importa lo que hagan con sus cuerpos aquí en la tierra. Sé que parece complejo, pero una cosa lleva a la otra. Vayamos viendo cada concepto, uno tras otro, comparándolos con la revelación bíblica.
El testimonio de las Escrituras es que Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza (Génesis 1:27). Por ende, si bien el hombre no es igual a Dios, es semejante. Esto significa que refleja al Creador. Deuteronomio 6:4 declara que “el SEÑOR nuestro Dios, el Señor UNO es”. En otras, palabras, Él es un solo Dios, de una sola y misma esencia, una naturaleza, una sola Deidad. Es cierto que Dios es una Trinidad (Él es tres personas) pero eso no implica que sea tres dioses. Él es tanto uno como diverso. Su diversidad no anula Su unidad. Por lo tanto, el hombre, hecho semejante a Dios, refleja la unidad y diversidad de Dios. Como individuos, cada persona es una, tanto en el sentido de que es única, como de que es una unidad. Si bien el hombre es cuerpo y alma, eso no significa que ambas estén separadas, divorciadas o desvinculadas.
Un ejemplo de esto es Romanos 10:8-10 “Mas, ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.” Pablo relaciona tres veces la boca con el corazón, dejando en claro que no puedes creer en tu interior una cosa, y profesar en tu exterior otra. En otras palabras, la salvación requiere una fe integral, un compromiso total, tanto de tu alma como de tu cuerpo. Lo mismo enseñó el Señor, diciendo que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Es cierto que, por causa del pecado, podemos ser hipócritas y no siempre lo que hacemos refleja nuestra fe más íntima. Es así que algunos pueden decir una cosa y creer otra en su corazón, pero eso es asunto para otro artículo.
Podemos también ver la unidad del hombre en los Salmos. El Salmo 103:1 dice “Bendice alma mía al Señor, y bendiga todo mi ser Su santo nombre”. ¿En qué estaba pensando David cuando dijo a su alma que bendiga al Señor? ¿Acaso estaba pensando solo en su “espíritu”? ¿O estaba más bien pensando en todo su ser? En otras palabras, el alma no está desvinculada del cuerpo, sino que David se refiere a su yo interno, que se manifiesta en toda su existencia. Veamos algunos ejemplos más. El Salmo 119:28 dice “de tristeza llora mi alma”; el Salmo 22:20 “libra mi alma de la espada”; el Salmo 25:13 “en prosperidad habitará mi alma” y el Salmo 33:18-19 “los ojos del Señor están sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar su alma de la muerte, y conservarlos con vida en tiempos de hambre”. Es cierto que los Salmos tienen un lenguaje poético, pero eso no quita que podamos apreciar la belleza de la unidad del ser humano. Sabemos que el alma o espíritu es la “sustancia” inmaterial e invisible de una persona; sin embargo, ¿Por qué el salmista dice cosas semejantes? ¿Acaso el “alma” puede llorar? ¿Puede estar en peligro de muerte a manos de la espada? ¿Puede prosperar materialmente? Él no usa la palabra “alma” separándola del cuerpo sino dando por sentado que están unidos. Es a raíz de esto que desvincular el alma del cuerpo no ayuda a entender las Escrituras. Veamos el Salmo 63:1. Allí, el salmista expresa su deseo por Dios diciendo: “Oh Dios, tú eres mi Dios; te buscaré con afán. Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela cual tierra seca y árida donde no hay agua.” El salmista reconoce la unidad de su ser. Él no dice: “mi alma desea una cosa y mi cuerpo otra”. Todo su ser clama por Dios, la totalidad de su ser necesita del Señor, tanto su yo interior como su yo exterior.
Habiendo dedicado una porción extensa a probar la unidad del hombre, los conceptos érroneos mencionados al inicio caen por tierra. En primer lugar, si el hombre es una unidad, el alma no es moralmente mejor que el cuerpo. Cuando hablamos de moral, hablamos de la ética del comportamiento, de vivir bien o mal, hacer lo correcto o incorrecto. Por lo tanto, la unidad del hombre niega que el “alma” pueda ser buena y el “cuerpo” malo. Si uno es malo, también lo es el otro. No podemos separar nuestros deseos de nuestras acciones, si pecamos con nuestros cuerpos, también lo hacemos con nuestros corazones. No podemos echarle la culpa a nuestro cuerpo como si fuera una algo independiente del alma, un aspecto inferior donde reside la maldad y el pecado. Hacer eso sería afirmar no solo una división del hombre, sino también una oposición entre el espíritu y el cuerpo. Hay quienes creen que, por un lado, está lo “espiritual” y, por otro lado, lo “material”. Todo lo espiritual es bueno, es superior; mientras que todo lo material es malo, es inferior. No obstante, esto contradice la enseñanza clara de las Escrituras. El universo no es meramente “material”, sino que es complejo y diverso, al igual que el hombre. Y cuando Dios lo creó, Él dijo que era “bueno en gran manera” (Génesis 1:31). El apóstol Pablo reiteró esto mismo en 1 Timoteo 4:4: “Todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar”. Si bien el mundo es sumamente rico en variedad y abundante en diversidad, también posee unidad. Por eso lo llamamos uni – verso, pues es uno y, a la vez, diverso. Es complejo, pero a la vez está unido, pues conforma la creación del Señor.
Es a la luz de lo anteriormente dicho, que la Biblia enseña que Dios desea redimir la totalidad del ser humano, no solo su “alma”. Por eso, según Romanos 8:23, “nosotros gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro CUERPO.” El Señor así lo ha prometido. Juan 6:40 dice “Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final.” ¿De qué resurrección estaba hablando Juan? ¿De una resurrección “espiritual”? 1 Corintios 15:51-57 “(…) todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Pero cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Devorada ha sido la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley; pero a Dios gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.” ¿Cuándo será esto? “Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Porque, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en Su venida” (1 Corintios 15:21-23)
Jesús, el Dios-hombre, tiene toda autoridad, en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18), sobre la vida y sobre la muerte (Apocalipsis 1:18). Él no está interesado solo en tu alma, Él quiere salvarte por completo, todo tu ser. Quiere renovarte enteramente para que seas parte de la nueva creación, porque si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí, todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17).
Teniendo en cuenta la redención integral de Cristo, la exhortación de Pablo en 1 Corintios 6:20 es válida y pertinente: “Por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Tu cuerpo le pertenece al Señor, y a Dios le importa mucho lo que tú haces con él en esta vida. No eres espiritual si te olvidas de este mundo y te dejas de preocupar por las cosas de esta vida. Por eso, debemos presentar nuestros CUERPOS en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios que es nuestro servicio racional (Romanos 12:1). Dios no quiere un poquito de ti, un pedacito de tu ser, Él exige tu lealtad suprema, y completa.
Puedes leer el siguiente artículo de la serie en el siguiente link: Jesús, ¿el Salvador del Mundo? (6)
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