29 ENERO, 2021
Más allá de los distintivos denominacionales de distintos grupos cristianos, todos comparten muchas similitudes, incluso los Protestantes y Católicos Romanos. Estas similitudes están a simple vista en sus cultos dominicales. Pese a sus variaciones, hay ciertos elementos claves que jamás están ausentes. Podríamos mencionar al menos tres de estos elementos comunes a casi toda denominación cristiana: (1) el canto congregacional, (2) el monopolio del discurso (3) y la ingesta solemne de un alimento simbólico. En primer lugar, nos referimos a la práctica de entonar canciones a coro. Esta práctica puede variar en intensidad, gustos musicales, cantidad y profesionalismo, pero está presente en toda rama de la iglesia cristiana. En segundo lugar, hago mención de aquel momento de la reunión donde alguien toma la palabra por un determinado período de tiempo sin ser interrumpido ni cuestionado. Nuevamente, esto puede variar en tiempo, estilo o intensidad de iglesia en iglesia, pero sea que se llame sermón, plática u homilia, siempre está presente. En tercer lugar, quiero aludir a la Cena del Señor, Santa Cena, Eucaristía o Comunión. Es aquel momento de la reunion donde todos estan serios y comparten un pequeño trozo de pan (y quizás vino, pero también una cantidad muy minúscula).
Ninguna de las prácticas anteriores tiene pocos años, pues han identificado a la iglesia durante siglos. Sin embargo, no son las tradiciones las que deben gobernar de forma última nuestras prácticas eclesiásticas sino las Escrituras. No hay nada de malo con las tradiciones, siempre y cuando no contradigan la Palabra de Dios. Pero en este asunto, cabe preguntarnos si no estamos ante un caso como el que señaló Cristo a los fariseos en Marcos 7: 8, 13 “Dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres (…) invalidando así la palabra de Dios por vuestra tradición, la cual habéis transmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a estas”.
Stephen C. Perks escribio “La Pascua Cristiana” desafiando el lugar central que han venido a ocupar las prácticas anteriormente mencionadas, y llamando a la iglesia a volver a la práctica bíblica. Esto no significa que el canto coral o el sermón sean malos en sí mismos, pero la pregunta central es: ¿Qué debemos hacer los cristianos al reunirnos? ¿Cómo debería lucir una reunión cristiana? ¿En torno a qué debe girar la vida de la iglesia local? ¿Qué es la adoración según las Escrituras? ¿Qué es una persona espiritual? ¿Como podemos adorar a Dios espiritualmente al reunirnos como iglesia local? ¿Cómo damos un mejor testimonio al mundo? ¿Como fortalecer e incentivar la comunión entre hermanos en Cristo? ¿Podemos ser una comunidad sin comunicación?
Este libro no solo ofrece respuesta a estas preguntas y más, sino que también muestra como la práctica de la Fiesta Ágape (el banquete del amor) fue reemplazada por un rito sin sentido a la luz de una iglesia que no prioriza (y en algunos casos, ni siquiera practica) la verdadera comunión. Tristemente, la iglesia se corrompió rápidamente y la concentración de poder en manos de unos pocos llevó a que lo que sucede en la iglesia local gire en torno al liderazgo y no en función de lo que establecen las Escrituras. El libro pone en cuestión, principalmente, el tercer punto que he mencionado: la Cena del Señor. Pero, al hacer esto, hace mencion de los dos anteriores. La primera parte del libro se dedica a argumentar a favor de la celebración de banquetes cristianos en honor a Jesucristo, en conmemoración a nuestra liberación del pecado. La segunda está dedicada a mostrar como la iglesia perdió esta convicción con el paso de los siglos. Es un libro breve, pero sumamente recomendable.
Por último, quisiera mencionar y agradecer a Joel Godoy, un querido hermano en Cristo, quien hizo posible esta traducción al Español. Sin más, he aquí: “La Pascua Cristiana”.
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