2 DICIEMBRE, 2023
Este es el tercero de una serie de artículos traducidos de Recon Tavern donde encontramos los distintivos principales del Reconstruccionismo sintetizados en un breve ensayo cada uno. No pretenden ser exposiciones exhaustivas sino mas bien introducciones temáticas que puedan despertar el interés del lector así como también dejar en claro algunos puntos importantes.
En esta oportunidad, el tema es «Ética Teonómica» y puede encontrar el artículo original por Martin Selbrede en THEONOMIC ETHICS
Aquí el artículo en PDF para aquellos que deseen descargarlo, y a continuación, también disponible para que pueda leerlo directamente desde esta página:
En un mundo perfecto, podríamos comenzar directamente una discusión sobre la teonomía desde cero, confiando en que será evaluada de manera justa según sus méritos. Sin embargo, nos enfrentamos a una montaña de prejuicios de larga data que ha reformulado exitosamente los tres términos “teonomía”, “ley de Dios” y “Antiguo Testamento” como plagas sobre el pueblo de Dios, que deben evitarse a toda costa para no caer en diversas herejías legalistas o aberraciones judaizantes que estropean el evangelio de Cristo.
Las etiquetas están diseñadas para proporcionar atajos para que no tengamos que pensar por nuestra cuenta, permitiéndonos decir “¿qué más necesitamos añadir?” Estas etiquetas, en particular, representan sus objetos en un lenguaje despersonalizado, logrando el mismo efecto que tendría despersonalizar a un oponente humano, y con el mismo propósito. ¿Por qué molestarse en profundizar más, especialmente si corre el riesgo de ser “expulsado de la sinagoga” si llega a una conclusión “equivocada”?
Dios dijo de Efraín: “Le escribí las grandezas de mi ley, y fueron tenidas por cosa extraña.” (Oseas 8:12). Así ocurre hoy con muchos: la Ley de Dios se considera algo extraño. Y nosotros, como Efraín, no tenemos tiempo para cosas extrañas, ni para la opinión inexplicablemente positiva de Dios sobre esas cosas. Y esto era cierto mucho antes de que la gente comenzara a enfrentar el Nuevo Testamento con el Antiguo, innovando nuevos fundamentos para sus puntos de vista, imaginando que innumerables supuestos fracasos a favor de su posición proporcionan el muro perfecto entre ellos y aquellos que ven las cosas de manera diferente.
Porque lo cierto es que nadie está libre de evaluar estas importantes cuestiones por sí mismo. Considere cómo Jesucristo reprendió a aquellos que prefirieron delegar la evaluación de Sus obras a sus líderes en lugar de usar el discernimiento que Dios les había dado:
Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo? ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? (Lucas 12:54-57)
Tenga en cuenta que Cristo habla al pueblo en general (“ala multitud”) y los llama hipócritas por no juzgarlo ellos mismos (en lugar de confiar en sus guías ciegos para que los aconsejen). Cristo exige saber por qué no juzgan la situación por sí mismos (lo que significa que estaban dejando que otros les dijeran qué pensar). Lo llama hipocresía: piensan por sí mismos en otros asuntos, pero no en este fundamental que tienen delante. La implicación es que Dios nos equipó con un discernimiento adecuado, y que nuestro fracaso en usarlo exhibe el tipo de pereza que Hebreos 5:11-6:3 tan rotundamente acusa. Hebreos 5:11 habla de pereza al oír, y las Escrituras tratan la pereza como una falla moral (“Siervo malo y negligente…”).1
La respuesta adecuada es personalizar las cosas difamadas, mostrarlas bajo una luz completamente diferente. Si es cierto que el criterio “por sus frutos los conoceréis” se aplica bastante bien a las personas, seguramente tendría el mismo sentido aplicar esa medida a la ley de Dios, a la teonomía, al Antiguo Testamento, para ver cómo resulta esa medición. Podríamos descubrir que hemos estado tirando innumerables bebés junto con el agua del baño que creíamos necesario cambiar. ¿Y cómo sabríamos esto, de una forma u otra? Al echar una mirada más personal y profunda al fruto que produce la ley de Dios. Una vez que veamos que hemos caracterizado erróneamente el objeto de nuestras críticas, nuestros ojos se abrirán a la dura realidad presentada por los diversos sustitutos de la ley de Dios.
Al hacerlo, estaremos llevando a cabo una especie de exorcismo intelectual (como lo ha llamado un perspicaz erudito). Podríamos empezar a replantearnos todos los ataques lanzados contra estas tres etiquetas y tomarnos más en serio la sustancia que escondían estas etiquetas, a menudo emitidas como epítetos. Podríamos empezar a maravillarnos de las grandes cosas de Su Ley, y no caer en la actitud indiferente de Efraín. Podríamos empezar a ver la Ley de Dios, no como un enemigo de la libertad cristiana que inflige una esclavitud indebida a los hombres, sino como un amigo que arroja luz en la oscuridad, y que nos libra de la tiranía, no hacia la tiranía.
Así pues, presentemos la ley de Dios de un modo distinto, mostrando sus frutos para que pueda ser juzgada por su propio impacto en el mundo en que vivimos.
¿Cuándo Se Ha Abolido La Pobreza En La Historia De La Humanidad?
Esta es una pregunta interesante. La mayoría de la gente se imagina que la pobreza nunca ha sido abolida en la historia de la humanidad. Muchos podrían argumentar que Juan 12:7 enseña que la pobreza nunca abandonará este mundo (aunque en realidad Cristo dirige su afirmación a los discípulos: ellos seguirían encontrándose con pobres)2Pero Deut. 15:4 sí habla de la erradicación de la pobreza como consecuencia del cumplimiento de las leyes del diezmo de los pobres del capítulo anterior: no habrá pobres entre vosotros.
Se trata de una afirmación bastante notable, la de que la pobreza puede ser abolida en una nación cuando ésta obedece las leyes de Dios relativas a los pobres. La parte fiscal de estas disposiciones ascendía al 3,3% del aumento neto, e incluía también disposiciones para espigar, etc. La Guerra de Estados Unidos contra la Pobreza, lanzada por Lyndon B. Johnson, ha gastado entre cuatro y seis veces esta cantidad y sólo ha empeorado la pobreza en la nación. En lugar de hacer las cosas a la manera de Dios, Estados Unidos las hizo a la manera del hombre, creando programas impersonales masivos y apoyando enormes gastos administrativos en el proceso.
¿Por qué habríamos de tener interés en hacer las cosas a la manera de Dios? ¡Su ley ni siquiera tiene una sanción3 por desobedecerla! El presidente Johnson no tuvo ningún problema para financiar su solución, ya que podía aumentar impuestos y financiar con inflación su camino hacia sus objetivos. Uno pensaría que los fondos que se pueden asegurar por la fuerza harían un mejor trabajo que esta extraña ordenanza en relación a la pobreza, incrustada en el libro de Deuteronomio.
Pero estaría muy equivocado. Israel fue la única nación que pasó por un periodo de tiempo en el que la pobreza fue totalmente abolida: todos los pueblos de Israel habían sido sacados de la pobreza por el método de Dios. La prueba de ello es aún más interesante, ya que tal vez no la hubiéramos conocido si los representantes gentiles no hubieran intentado confiscar las pruebas del logro de Israel.
Después del regreso de Babilonia bajo Esdras y Nehemías, Israel estaba decidido a evitar el tipo de conducta que hizo que los expulsaran de la Tierra Prometida en primer lugar. La idolatría era uno de los principales peligros a los que apuntaban los líderes de Israel, sabiendo que una nación apóstata perdería la bendición de Dios en poco tiempo. Aplicaban con seriedad la Ley de Dios, y entre las leyes que observaban con diligencia estaban las relacionadas con los pobres. No cumplir estas leyes equivalía a “moler las caras de los pobres” (Is. 3:15) y por eso Israel cumplió la ley. Cuando llegó la época macabea, Israel ya no tenía pobres en la nación.
¿Cómo lo sabemos? Porque si no había pobres a los que dar el dinero del diezmo (y con los que disfrutar de una fiesta), el dinero no podía quedarse con las personas que lo pagaban (según el mismo principio establecido en Números 5:8). Los fondos iban a los sacerdotes para que pudieran acumularse (almacenarse) para el proverbial día lluvioso, llegando al Templo, desde donde podrían dirigirse en caso de que se necesitaran en algún lugar de Israel para sacar a la gente de la pobreza.
No obstante, la cantidad recaudada siguió acumulándose en el Templo con el tiempo, hasta que hubo 200 talentos de oro y 400 talentos de plata4 almacenados allí: una provisión para los pobres que no podía distribuirse a nadie porque la promesa de Deut. 15:4 se había cumplido. Israel durante este período fue la única nación en la historia del mundo que abolió la pobreza.
Esto no duró, porque Israel lentamente volvió a sus viejos hábitos, y para cuando Cristo caminaba por la tierra, se había encontrado con una viuda que, echando dos pequeñas monedas en el tesoro del Templo, había dado todo lo que tenía. En efecto, la pobreza volvía a hacer estragos. Y es interesante que Cristo, en Marcos 10, haga referencia al hecho de que el pueblo no honrara el diezmo de los pobres, un incidente que merece la pena que analicemos aquí.
El joven rico pregunta a Cristo: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Cristo enumera algunos de los mandamientos, pero una de las ordenanzas que mencionó NO estaba en los Diez Mandamientos. Nuestro Señor puso “no defraudar” en la lista – y lo hizo con un propósito específico. El termino griego “aposteresis” es unico, y aparece en la traduccion griega del Antiguo Testamento5 donde se refiere a defraudar a los pobres (no dandoles lo que se les debe bajo la Ley de Dios). El hombre afirmó que “todo esto lo he guardado desde mi juventud”, pero Cristo no está de acuerdo con su afirmación de guardarlo “todo”. Cristo responde: “Una cosa te falta”6No una cosa nueva, sino uno de los mandamientos que Cristo acaba de enumerar, era profundamente deficiente en el hombre. (Cabe preguntarse si Cristo estaba enfrentando no sólo a uno contra todos, sino también a hystereo contra apostereo, pero su significado se mantiene a pesar de todo). Como señaló un exégeta, el deseo del hombre “a menudo se manifiesta en negar a los demás lo que les corresponde”7. El joven, “habiéndose vuelto huraño (hosco, apático)”, como traduce Meyer8,se encuentra en la mira moral. Puede elegir hacer como Zaqueo, que proclamó que devolvería el cuádruple a cualquiera a quien hubiera defraudado (y la salvación llegó a su casa como resultado de su arrepentimiento sobre el asunto). Pero una restitución cuádruple para este hombre implicaría vender todo lo que tenía para devolvérselo a los pobres. Esto, él no lo haría.
Por eso no es de extrañar que dos capítulos después, en Marcos 12:43ss, veamos a la pobre viuda a la que sólo le quedaban dos ácaros para dar a Dios, mientras que el hombre de Marcos 10 se alejaba esquivo. Esto es ciertamente consistente con la razón dada en Deuteronomio 15 de por qué la gloriosa condición predicha en el versículo 4 (no más pobres entre vosotros) podría desaparecer. Cuando Jesús dijo que Sus discípulos siempre tendrían pobres entre ellos, estaba citando directamente de Deuteronomio 15:11 que “siempre habrá pobres en la tierra” cuando los llamados a pagar el diezmo de los pobres se vuelven “duros de corazón y tacaños” (Deuteronomio 15:7).
Aquí tenemos uno de los grandes logros de la historia económica mundial: el retroceso de la pobreza en una nación. No fue hecho por impuestos estatistas. Fue hecho por la gente que guardaba la ley de Dios. La ley de Dios supuso una enorme bendición nacional, y a un coste muy bajo. Además, la dimensión personal del diezmo de los pobres (no se manejaba institucionalmente) fortalecía enormemente el sentido de comunidad en la nación. Por el contrario, la mentalidad actual basada en los derechos sociales desgarra a las comunidades.
Si una nación volviera a observar la ley de Dios con respecto a la pobreza, se obtendrían los mismos resultados, y la misma promesa de Deut. 15:4 volvería a cumplirse. Pero como la ley de Dios se considera algo extraño, la dejamos de lado por ingenua y burda desde el punto de vista económico. Pero nuestra economía “mejorada y diseñada”, que supuestamente debía librarnos de la pobreza, la ha empeorado. Si nos guiáramos estrictamente por la trayectoria histórica de estos dos sistemas cuando se aplican, no habría ninguna duda en afirmar que el camino de Dios funciona y el del hombre no. La ley de Dios bendice, mientras que la ley del hombre maldice a un pueblo. Pero del mismo modo, cuando se les ofreció la oportunidad de evaluar a Cristo por su impecable trayectoria, el pueblo gritó: “¡Danos a Barrabás!”. Seguramente deberíamos pensar dos veces las opciones que tenemos ante nosotros, y los resultados que han dado. ¿Qué ley libera a un pueblo de la pobreza? Sólo la ley de Dios lo ha hecho. Cuando se aplica, ha dado enormes frutos en áreas que el humanismo nunca ha estado cerca de reproducir (al menos, no sin maquillar las cuentas).
Sin duda, deberíamos pensárnoslo dos veces antes de denigrar la Ley de Dios, o el Antiguo Testamento, o la teonomía, por promover la importancia de todo el consejo de Dios. Al dejarlo de lado, estamos dejando de lado también a todos los afectados por la pobreza, negándoles la única solución conocida para el hambre y las privaciones.
Es cierto que el diezmo de los pobres no opera en el vacío: opera mientras otros aspectos de la Ley de Dios liberan también de la tiranía a otras áreas de la economía y la cultura, como un paquete. Pero las otras partes del paquete son, quizás, aún más extraordinarias, lo que consideraremos a continuación.
¿Paga 11.000 veces más impuestos?
¿Se ha preguntado alguna vez cómo sería la tributación bajo la Ley de Dios? Yo sí. La respuesta probablemente le sorprenderá, pero la provisión de Dios para el gobierno civil es casi 11.000 veces menor que lo que eran los presupuestos federales y estatales combinados de los Estados Unidos cuando hice los primeros cálculos hace una década9. El presupuesto federal de 2013 era de 3,8 billones de dólares, mientras que los presupuestos estatales sumaban 1,943 billones de dólares. El presupuesto combinado que debían pagar los contribuyentes estadounidenses por aquel entonces (sin contar aún los municipios) era de 5,743 billones de dólares. La cifra es mucho mayor ahora, pero usemos los números de hace diez años y comparémoslos con el impuesto civil de Dios.
El impuesto de Dios en Éxodo 30 es medio siclo de plata por ciudadano varón de veinte años o más, que para la población de los EE.UU. de entonces ascendía a 528 millones de dólares. Esto es todo lo que se asigna para dirigir el gobierno civil bajo la Ley de Dios. Esto era 10.876 veces menor que nuestros niveles de impuestos de aquel entonces. Ahora excede 11,000 veces, por supuesto, pero en ese tiempo esto equivalía a casi $72,000 por año por trabajador en impuestos pagados por los ciudadanos americanos bajo la ley actual comparado con como sería bajo la Ley de Dios.
He aquí otro fruto de la Ley de Dios: que $72.000 serían devueltos a las familias cada año en lugar de ser extraídos por el gobierno civil humanista mediante impuestos y el uso de pesos y medidas injustas (inflación). Es difícil de creer, pero los americanos preferirían no abolir la pobreza, y no tener $72,000 cada año dejados a su propia discreción para usarlos para su familia. Pero era igualmente difícil de creer que las multitudes gritaran por Barrabás en lugar de por Jesús. Sin embargo, ocurrió entonces y sigue ocurriendo ahora.
Es cierto que muchos cristianos piensan que el gobierno civil podría tomar legítimamente hasta el 10% de los ingresos del pueblo, argumentando a partir del ejemplo de Samuel de lo que los tiranos harían a Israel. Pero ese pasaje no es donde se autoriza la tributación civil. Sólo está autorizado en Éxodo 30, su recaudación fue restablecida por Nehemías al regreso del pueblo de Babilonia10,estaba en vigor en tiempos de Cristo cuando Él y Pedro pagaron el impuesto por la boca del pez, y Josefo informó de que seguía siendo una recaudación anual continua para el mantenimiento del gobierno civil de Israel. Algunos eruditos han intentado refutar la idea de que el gobierno civil bajo la Ley de Dios debía sostenerse sólo con este pequeño impuesto, pero las refutaciones en su contra fueron notablemente sólidas11.
El término minarquismo se ha acuñado para denotar un gobierno muy pequeño (mínimo), pero los minarquistas siguen enseñando un gobierno mucho mayor de lo que permite la Ley de Dios (aunque menor que su tamaño actual). Habría que acuñar otro término para describir el gobierno civil cuando está estructurado bajo la Ley de Dios: nanarquismo, con un gobierno de tamaño nanométrico. Esto tiene más sentido cuando estamos hablando de más de cuatro órdenes de magnitud de diferencia en el tamaño del gobierno civil.
Una vez más, hay que recordar que la Ley de Dios tiene mucho que decir sobre asuntos asociados, y ofrece soluciones igualmente poderosas a los supuestos problemas que surgirían al adoptar la Ley de Dios. Como se mencionó antes, la Ley de Dios es una unidad (como argumentó Santiago) y todos sus puntos y tildes son importantes. No se puede quitar una pieza sin dañar el todo. La Ley de Dios equilibra todas las distorsiones que la ley moderna ha impuesto, endereza todo lo que la ley humanista ha torcido. Estamos tan acostumbrados a la ley humanista torcida, que nos asustamos cuando oímos cada elemento de la Ley de Dios y cómo cambiaría la relación del hombre con sus semejantes y con la creación. Tenemos que ser pacientes y esperar a que caiga el otro zapato: hay respuestas a las preguntas que surgen cuando el gobierno se reduce 11.000 veces. Simplemente necesitamos tener oídos para escucharlas, en lugar de cerrar los oídos.
Sólo para dar un ejemplo antes de seguir adelante mostrando lo que la ley humanista ha hecho, y cómo la Ley de Dios lo deshace: La Ley de los EE.UU. creó el concepto de la sociedad de responsabilidad limitada, donde las personas a cargo están aisladas de las consecuencias de la conducta irresponsable. Debido a que se obtiene más de lo que se subvenciona (es decir, una conducta irresponsable), la Ley de EE.UU. luego pone más regulaciones para controlar los resultados de subvencionar la irresponsabilidad. El gobierno está, en efecto, resolviendo un problema que él mismo creó simplemente añadiendo aún más gobierno.
Pero bajo la Ley de Dios, no pueden existir las sociedades de responsabilidad limitada. Los hombres son siempre plenamente responsables de su conducta. Además, porque son responsables, son legalmente responsables de sus acciones hasta el límite de la Ley de Dios (con respecto a la restitución, etc.). El comportamiento irresponsable ya no está protegido, y el exceso de regulación para compensar las construcciones de responsabilidad limitada tampoco es necesario. La cuestión es que ambos elementos son necesarios para que la Ley de Dios dé el fruto esperado. No se puede simplemente desechar las regulaciones hasta que no se haya restablecido la plena responsabilidad.
Y ésta es la clave de la Ley de Dios: que todos sus elementos funcionen juntos. No se puede esperar una interacción fructífera bajo la Ley de Dios a menos que todas sus partes relevantes, en su pureza, estén operativas, y no mezcladas con leyes humanistas. De este modo llegaremos a responder preguntas sobre educación, defensa nacional, carreteras y autopistas, y todas las demás objeciones que a menudo se lanzan a la Ley de Dios por ignorancia de cómo responde a estos supuestos desafíos. La Ley de Dios proporciona mejores respuestas y mayor libertad para el pueblo – siempre y cuando aprendan a dejar de pedir a Barrabás en lugar de Cristo.
Hasta este punto, hemos considerado dos grandes cosas de la Ley de Dios: que realmente erradica la pobreza, y que reduce el gobierno en un factor de 11.000. Por cada 11.000 personas que trabajan en el gobierno civil hoy en día, sólo habría una trabajando en esa capacidad bajo un gobierno civil bíblico. Esto ciertamente pone a descansar la idea de que los teonomistas son personas hambrientas de poder que quieren tomar las riendas del poder en este país. Parece que si debemos sospechar de algún cristiano en particular, sería de aquellos que quieren entrar en el servicio del gobierno y sólo recortar un poco la parte de arriba, por así decirlo. Ciertamente parecería que esos serían los que prefieren mantener este gobierno monstruoso, sobrealimentado e hinchado que aplasta la libertad bajo sus pies.
Como hemos visto anteriormente, es el cristiano interesado en aplicar la Ley de Dios quien realmente quiere abolir la pobreza y reducir el gobierno a una pequeña fracción de su tamaño actual. Si el gobierno federal y los gobiernos estatales de EE.UU. estuvieran representados por un hombre de 185 libras, bajo la Ley de Dios se reduciría al peso de una moneda de 25 centavos. La próxima vez que tengas una moneda de 25 centavos en la mano, piensa en la Ley de Dios y en cómo afectaría al tamaño del gobierno civil. Este es un fruto verdaderamente notable de la Ley de Dios, que hace imposible subvencionar o suscribir un gobierno tiránico a cualquier nivel. El hecho de que la Ley de Dios sea vista como enemiga de la libertad se contradice con nuestra experiencia con la enorme maquinaria gubernamental del humanismo. Tal vez las personas que nos advierten en contra de considerar la Ley de Dios tienen motivos ocultos. Tal vez no quieren ver su poder disipado si se ven beneficiados por el status quo. Sin duda, alguien ha salido mal parado en esta situación, y es hora de disipar las nociones erróneas sobre la Ley de Dios, a menos que nos conformemos con pasar el status quo a nuestros hijos, dejando 72.000 dólares al año sobre la mesa mientras mantenemos y no cuestionamos (ni discutimos) el costoso e ineficaz Complejo Industrial de la Pobreza que ofrece el gobierno en su lugar, causando más daño a la gente.
Un Amigo de la Libertad y la Paz
Fuera de la Ley de Dios, la historia humana atestigua una dinámica constante: un conflicto de intereses. Y toda la política, la economía y la cultura del hombre se orientan en función de ese conflicto. Sólo la Ley de Dios proporciona una armonía de intereses, y tal armonía es desconocida para los mundos del paganismo y del humanismo. Toda la energía que los humanos ponen en explotar o superar el conflicto de intereses es puro desperdicio. Este esfuerzo desperdiciado se evita bajo la Ley de Dios: los hombres ya no se pelean entre sí, ya no diseñan esquemas para aprovecharse de los demás, y ya no escriben regulaciones onerosas para hacer frente a estos conflictos incrustados. Toda la base de la economía marxista se deshace bajo la Ley de Dios porque el conflicto se resuelve en armonía cuando prevalecen los mandamientos de Dios.
Hemos elegido los aspectos económicos de la Ley de Dios porque representan ejemplos concretos y objetivos, lo suficientemente claros como para que la gente pueda captar su significado, su impacto. Veríamos una economía muy diferente bajo la Ley de Dios – habría una leve deflación en todo momento ya que el dinero gana valor con el tiempo, en lugar de la inflación que marca las economías modernas que devalúan sus monedas como una cuestión de política. Estados Unidos ha jugado con la idea de los peniques de plástico, mientras que bajo la ley de Dios veríamos la llegada de los peniques fraccionarios, y el retorno del oro y la plata. La banca de reserva fraccionaria, uno de los principales motores de la inflación, volvería a la banca de reserva total. Miqueas 6:8-16 nos informa que estos cambios librarían a una nación del riesgo de implosiones económicas que emanarían del centro de la nación (Miq. 6:14) como resultado de que la gente tuviera pesos y medidas injustos en sus hogares (versículos 10 y 11). La Ley de Dios proporciona la hoja de ruta hacia la seguridad económica, pues tal y como están las cosas ahora mismo, nuestra nación ha construido sistemáticamente sobre la arena y pagará el precio por tolerar lo que Dios llama abominaciones en sus carteras y cuentas bancarias12.
Es interesante que la Ley de Dios defina que la “unidad de trabajo” del hombre no es una semana, ni dos semanas, ni un mes, sino un solo día. Un día es la unidad de trabajo, y el trabajador debe ser pagado al final del día por el trabajo que hizo ese día. Si el empleador retiene el salario hasta la mañana siguiente, está defraudando al trabajador (Lev. 19:13). ¿Recuerdas que Cristo dijo al joven rico “No defraudes”? Los salarios pertenecen al trabajador, no al empleador, sin embargo los empleadores modernos guardan los salarios en el banco y cobran intereses sobre ellos durante el tiempo que la Ley de Dios dice que los salarios ya deberían haber sido pagados al trabajador. La Ley de Dios reconoce que los salarios son propiedad del trabajador y no del empleador. Una vez más, la Ley de Dios protege al trabajador contra el empleador, y denuncia el sistema actualmente en vigor como una estafa al por mayor de los trabajadores de la nación. Es la ley del hombre la que obra contra el trabajador, mientras que es la Ley de Dios la única que establece la justicia en la tierra.
Se pueden multiplicar más ejemplos a través de muchos aspectos de la realidad para mostrar que la Ley de Dios entrega tremendos beneficios a la gente, mientras que la ley del hombre esclaviza aún más a la gente mientras crece el tamaño del sector coercitivo del gobierno. Todas las leyes que el hombre pone en vigor llevan aparejadas castigos civiles: su cumplimiento tiene lugar aquí, en este mundo. Gran parte de la Ley de Dios no tiene aparejadas sanciones civiles por el incumpliimento: Dios elige hacer cumplir muchos de Sus estatutos Él mismo13, no dando al hombre ningún poder para forzar la obediencia. La Ley de Dios maximiza la libertad, mientras que la ley del hombre sigue restringiendo la libertad. El conjunto de leyes que componen la Ley de Dios no aumenta de tamaño: su contenido es eternamente fijo. Las leyes del hombre se multiplican tan rápidamente que nadie puede llevar la cuenta de todas las normas que uno podría estar violando inadvertidamente.
Por eso el salmista dice que camina en libertad, porque busca los preceptos de Dios (Salmo 119:45). El hebreo para “libertad” en ese salmo es más literalmente “un amplio espacio” – él camina en un amplio espacio, no en un espacio estrecho, apretado, porque la Ley de Dios lo guía. No sólo eso, sino que San Juan declara que “Sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). Nosotros añadiríamos (para corregir cualquier malentendido) el punto de Pablo de que “la ley es buena, si es usada legítimamente” – indicando que había tal cosa como un uso ilegítimo de la ley. Claramente, un uso ilegítimo de la ley (entre otras cosas) fallaría en entregar el tipo de libertad y paz que un uso legítimo de la ley proveería. Además, Pablo sabía que la Ley se había convertido en un arma ilegítima y se había distorsionado erróneamente al servicio de la justificación por las obras, aunque “por las obras de la ley nadie será justificado” (Gal. 2:16).
Dado que persiste el uso ilegítimo de la Ley, convirtiéndola en una carga en contradicción con la enseñanza de San Juan de que los mandamientos de Dios no son gravosos, es necesario distinguir el uso del abuso. El abuso de una cosa no se refleja en la cosa abusada, sino en el abusador. Trágicamente, vivimos en una época en la que la culpa se vuelve a atribuir a la propia Ley, y no a quienes infligieron violencia sobre su significado. Todos hemos oído hablar de la llamada falacia del “hombre de paja” y de las “operaciones de bandera falsa”14, que tienen el efecto (intencionado o no) de dirigir el fuego crítico sobre premisas falsas.
El tipo de exorcismo intelectual del que hablábamos antes tendría dos tareas distintas: corregir los errores, pero también exponer un planteamiento positivo para llenar el vacío resultante. Cristo advirtió de la necesidad de sustituir una impresión falsa por otra verdadera, señalando que la mera eliminación de un demonio es inadecuada si éste regresa con otros siete demonios peores que él (Lucas 11:26). Como mínimo, los hombres que rechazan la Ley de Dios deberían hacerlo conociendo plenamente la verdad de la misma, y no cuando se limitan a repetir como loros argumentos preconcebidos que pueden no resistir el escrutinio (si se permitiera el escrutinio). Consideremos, pues, brevemente algunos testimonios bíblicos relativos a la Ley de Dios y tengámoslos en cuenta a la hora de formarnos una opinión sobre su contenido y significado.
Además, dejar de lado la Ley de Dios crea un vacío que la Iglesia y el Estado se apresuran a llenar con sus propias normas y ordenanzas15. El mismo resultado se produce si la Ley de Dios se considera insuficiente, lo que significa que el hombre debe complementarla con sus propios estatutos y preceptos. Las Escrituras mismas no apoyan tal enfoque hacia la Ley de Dios16, pero los hombres aparentemente saben más que el Dios que Isaías alaba: “Porque el Señor es nuestro juez, el Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey; Él nos salvará” (Is. 33:22).
El salmista declara: “He visto el fin de toda perfección; pero tu mandamiento es sumamente amplio” (Salmo 119:96). Esta última cláusula nos informa de que la Ley de Dios lo abarca todo17,y que posee la perfección que es deficiente y falta incluso en los aspectos más perfectos del orden creado. La Ley de Dios, cuando se usa legítimamente, proporciona la orientación que necesitamos, orientación que no podemos obtener de los sustitutos que se ofrecen desde las capitales de los estados (y desde demasiados púlpitos de iglesias).
El “Señuelo y Engaño”18 del Salmo Uno
¿Recibimos una imagen precisa del primer Salmo tal como se enseña desde muchos púlpitos hoy en día? Hay una manera fácil de saberlo, y vale la pena verificar la situación por uno mismo. En el versículo 2 se nos dice que el bienaventurado “se deleita en la ley de Jehová, y en su ley medita de día y de noche”. El salmo es bastante claro en cuanto a cuál es la fuente de la bendición. Este es uno de los tres salmos que ensalzan la Ley de Dios, siendo los otros el Salmo 19 y el salmo más extenso, el Salmo 119. Estos tres salmos se encuentran entre los salmos que Pablo nos ordenó cantar, y su contribución a nuestra comprensión es de un valor inestimable.
Lo que descubrimos en demasiadas iglesias es que la palabra “ley” en el versículo dos se cambia por un término muy diferente, “palabra”, de modo que el pastor lee que el bienaventurado “se deleita en la palabra del Señor, y en su palabra medita día y noche”. Y por “palabra” el pastor, a todos los efectos, entiende la Palabra de Dios en el Nuevo Testamento. Así que aconseja a su rebaño que pase al Nuevo Testamento para obtener la bendición prometida en el Salmo 1. Pero el Salmo 1, tal y como nos lo entrega el Espíritu Santo, debería dirigirnos a ir hacia atrás hasta la Ley en el Antiguo Testamento para sentar las bases de la bendición que disfrutan aquellos que se deleitan y meditan en ella19.
No se trata de un asunto trivial: los fontaneros teológicos han rehecho las tuberías y han dirigido al pueblo en la dirección equivocada. Si saben más que el salmista, será mejor que ofrezcan una justificación sólida para atribuirse la autoridad de alterar las Escrituras. ¿Realmente un pastor le está haciendo un favor a su rebaño al alejarlos de la Ley de Dios? ¿Es justificable este “señuelo y engaño”? Tal vez deberíamos preocuparnos por los pastores que hacen esto, considerando lo que Dios dice en Jeremías 23:30 – “Por tanto, he aquí que yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras cada uno de su prójimo.” Quitar la palabra “ley” y sustituirla por “palabra” es, en efecto, robar las palabras de Dios a las personas que necesitaban oírlas.
El hecho de que este cambio es deliberado y no inocente se evidencia en el siguiente argumento del pastor. Él no dice “y en su palabra medita día y noche, así que vayamos al Éxodo y hagamos exactamente eso”. Quiere sustituir “ley” por “palabra” precisamente porque pretende sustituir “Éxodo” por “Nuevo Testamento”. Así que el salmista y el pastor estarían yendo a extremos opuestos de la Biblia para buscar la bendición prometida aquí. El salmista parece captar mejor que el pastor el concepto de “no os volváis ni a la derecha ni a la izquierda”. Además, el Salmo 1 es redefinido como evidencia a favor del Nuevo Testamento, en oposición a lo que sus palabras realmente declaran que es: evidencia positiva a favor de la Ley de Dios y las bendiciones que trae. Los maestros modernos privan al pueblo de un texto importante y de cómo se relaciona con el tema de la Ley de Dios: un pasaje menos en apoyo de la Ley de Dios y su significado gracias a una edición forazada.
¿Es tan peligroso mirar al Éxodo? Es el Éxodo el que reduce el gobierno civil en un factor de 11.000. Es el Deuteronomio el que erradica la pobreza de la tierra. Es el Levítico el que nos enseña a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y a los empleadores a no defraudar a los trabajadores con un ciclo salarial que Dios llama robo. Estas cosas son peligrosas para el statu quo, por supuesto, pero eso es porque el statu quo está erigido sobre cimientos injustos (ver Jer. 22:13). Hemos establecido nuestras ciudades por la iniquidad, y los componentes de nuestras propias casas testificarán contra nosotros: “Porque la piedra clamará desde el muro, y la tabla del enmaderado le responderá. ¡Ay del que edifica la ciudad con sangre, y del que funda una ciudad con iniquidad!” (Hab. 2:11-12).
Cristo preguntó si los padres entre nosotros daríamos a nuestros hijos una piedra cuando piden pan, o les daríamos una serpiente cuando piden un pez. Al rechazar las bendiciones de la Ley de Dios, estamos transfiriendo las pesadas cargas del statu quo actual (cargas fiscales 11.000 veces mayores, pobreza perpetua) sobre las espaldas de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos. Estamos pasando serpientes y piedras a la siguiente generación para que las mastique, todo como resultado de eliminar cualquier consideración de la Ley de Dios. Nuestra posteridad se verá abocada a un futuro empañado por leyes y políticas humanistas porque nosotros, en nuestra sabiduría, hemos descartado la alternativa.
Tal vez el pastor está siendo proactivo al querer evitar la confusión entre la ley y el evangelio. Eso es loable, pero no si la ley tiene que ser mal caracterizada para hacerlo. Eso no elimina la confusión, sino que crea más confusión sobre la ley. Peor aún, demasiados de esos pastores señalan a los eruditos que se han esforzado por poner cuidadosamente la ley y el evangelio en su relación correcta, afirmando que lo académicos realmente han confundido la ley y el evangelio. Esta afirmación es una forma abreviada de decir no confíes en esos eruditos: ni siquiera pueden mantener el evangelio con claridad. Se trata de una advertencia bastante eficaz: no tiene por qué ser cierta para obtener resultados y alejar a la gente de la supuesta erudición “tóxica”. Este tipo de insinuaciones pueden dirigirse contra cualquiera que no esté de acuerdo con la postura del pastor, independientemente de lo bien fundamentada que pueda estar la presentación bíblica de su objetivo. Se logra cortar el diálogo.
Así que ahora estamos pagando 11.000 veces más impuestos de lo que la Ley de Dios permite a un gobierno, tenemos una pobreza desenfrenada entre nosotros, y sufrimos innumerables males sociales abordados por la Ley de Dios. Sin embargo, el rechazo pastoral de cualquier consideración positiva de Sus estatutos asegurará que este miserable status quo persista. Después de todo, la única cosa lo suficientemente fuerte como para desafiar el status quo está siendo marginada. Deberíamos estar orando para que nuestros pastores, nuestros maestros, despierten a todo el consejo de Dios, que incluye la Ley de Dios. Hay una razón por la que Pablo pudo decir que era inocente de la sangre de todos los hombres, porque no dejó de proclamarles todo el consejo de Dios (Hechos 20:27).
La otra cuestión que surge de la negligencia o el desprecio de la Ley de Dios es que este enfoque no difunde la luz, sino que aumenta la oscuridad. “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” (Isaías 8:20). Isaías utiliza aquí palabras fuertes. Los que no hablan conforme a la ley y al testimonio no pueden arrojar luz sobre nada: no hay luz del amanecer en las curaciones que ofrecen a su pueblo porque “no les ha amanecido”. El amanecer de una nueva mañana no puede llegar cuando se omite la Ley de Dios, cuando Sus testimonios se dejan en el suelo de la sala de corte cuando el pastor desarrolla sus sermones.
Por otro lado, tal vez haya una razón por la que los pastores puedan resistirse a la Ley de Dios y a enseñarla a sus rebaños. La Ley de Dios tiene cosas específicas que decir acerca de cómo se debe dividir el diezmo (en Números 18 y Nehemías 10) que algunos pastores podrían encontrar preocupantes. Sin embargo, cuando se trata de la exención de impuestos de la iglesia, es el Antiguo Testamento el que sale al rescate (la idea se basa en Esdras 7:24). Así pues, algunas ideas del Antiguo Testamento son bien acogidas por los beneficios que aportan, mientras que otras sufren una especie de bloqueo teológico20. Por eso hemos dedicado mucho tiempo a analizar la mala prensa que sigue teniendo la Ley de Dios, como si los desafíos que plantea nunca pudieran abordarse adecuadamente21.
¡Y habla de la Ley de Dios entrometiéndose en la política nacional! Las Escrituras están plagadas de ejemplos de política basadas en el poder (por ejemplo, Joás sólo quería debilitar a Siria para mantener un estado tapón entre Israel y Asiria, lo que enfureció a Eliseo en 2 Reyes 13:14-19). Todo el libro de las Lamentaciones se escribió como consecuencia de la muerte de Josías en una guerra preventiva ilegítima, en la que se utilizaron medios prohibidos22. Cuando una nación intenta defenderse utilizando medios que violan la Ley de Dios, Él no dirá “bien hecho, siervos buenos y fieles”, sino “quitadle sus almenas, porque no son del Señor” (Jer. 5:10).
Es prematuro determinar en este momento si hemos aclarado totalmente las cosas o no, pero ya se ha dicho lo suficiente como para guiarnos en el resto de nuestro viaje. Ahora podemos tomar conocimiento de los pasajes de las Escrituras que promueven la Ley de Dios, considerar algunos de los debates sobre esos pasajes, y examinar las objeciones a la posición que estamos adoptando con miras a resolverlas con un espíritu caritativo. Confiamos en que el lector que comenzó en un estado de ánimo escéptico pueda ahora al menos estar abierto a ver si los cristianos bajo el Nuevo Pacto deben hacer una investigación seria sobre el valor y la importancia de la Ley de Dios como modelo de santificación para aquellos que son llamados por Su Nombre. Comenzaremos considerando lo que muchos consideran el pasaje fundamental del Nuevo Testamento sobre la aplicabilidad de la Ley de Dios en la actualidad.
Hora de Aclarar las Cosas
La mayoría de nosotros hemos estado expuestos a diversas objeciones a la aplicación actual de la Ley de Dios. Éstas se dividen en varias categorías, y existe cierta interrelación entre ellas (una objeción puede abarcar más de una categoría). En términos demasiado simplificados, podríamos identificarlas de la siguiente manera:
A primera vista, parece haber mucho que superar aquí para un defensor de la Ley de Dios. No vamos a dar una respuesta exhaustiva a cada categoría, pero sí algunas observaciones importantes. Comenzaremos con la que quizás sea la más malinterpretada: que el Nuevo Testamento modifica los requisitos del Antiguo Testamento.
Aunque no parece una postura tan controvertida, es importante que profundicemos en ella. Cuando lo hacemos, descubrimos que no es el Nuevo Testamento el que modifica al Antiguo Testamento, sino que es el propio Antiguo Testamento el que modifica al Antiguo Testamento. La única razón por la que no somos conscientes de esto es porque nuestro conocimiento del Antiguo Testamento es inadecuado. Al igual que la visión de Efraín sobre la ley, el Antiguo Testamento se ha convertido en algo “extraño” para nosotros, y nos guiamos por nuestra ignorancia.
Por ejemplo, Jeremías 3:16 habla de un tiempo venidero en el que el arca del pacto desaparecería y ya ni siquiera vendría a la mente. El punto central del culto israelí se volvería insignificante, y todos los estatutos relacionados con él dejarían de tener un punto de aplicación. El sistema del Antiguo Testamento se basaba en el sacerdocio levítico, pero Isaías 66:21 y Jeremías 33:22 afirman que Dios transformaría a los gentiles en levitas. ¿Qué pasaría con la descendencia de sangre? Dios había condenado el altar de Israel en Betel (I Reyes 13:2), pero bendiciría un altar construido por los egipcios en su frontera con Asiria en Isaías 19:19.
El sacerdocio de Cristo fue establecido en el Salmo 110:4, y debía poner fin a los sacrificios de sangre (Isaías 66:3). Incluso Daniel se escandalizó al saber que el templo y sus sacrificios terminarían (Daniel 9:24-27), y Malaquías informó que se ofrecería incienso en cada distrito gentil (Malaquías 1:11). Así como los enemigos mortales de Israel, Egipto y Asiria, se conviertirían en pueblos bendecidos por Dios (Isaías 19:18-25), vemos que Babilonia, Filistea, Tiro y Egipto serían tratados como ciudadanos nacidos en Sión (Salmo 87). Incluso los eunucos serían más honrados en la casa de Dios que sus hijos e hijas nominales (Isaías 56:4).
En resumen, el Antiguo Testamento contiene en sí mismo todas las limitaciones necesarias de su ámbito y alcance. Mucho error adicional podría evitarse simplemente entendiendo lo que es, y lo que no es, parte de las ordenanzas mosaicas. Por ejemplo, la circuncisión no es mosaica, es abrahámica, y la única parte de la Ley de Dios que trata de ella aparece en voz pasiva, hablando de qué hacer si y cuando un niño es circuncidado. El sábado es una ordenanza de la creación, e incluso las distinciones en la ley dietética se remontan a Génesis 7, mucho antes de que naciera Moisés. Aunque es común ver todas estas cosas metidas indiscriminadamente en una caja marcada como “Ley Mosaica” para poder cerrarla con cinta adhesiva y dejarla a un lado, no es tan sencillo. Debemos dar testimonio honesto de las cosas de Dios que estamos manejando.
Luego está todo el asunto de cuánto de la Ley de Dios se conocía y practicaba antes de que Moisés condujera al pueblo al Monte Sinaí. Por ejemplo, mucho antes de que el pueblo llegara al Monte Sinaí, leemos esto en Éxodo 16:28 – “Entonces el Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo os negaréis a guardar mis mandamientos y mis leyes?” No es que Israel no recibiera el memorándum, y Dios tampoco le está tomando el pelo a nadie aquí. Además, ciertamente está implícito que Abraham caminó de acuerdo con la Ley de Dios, pues en Génesis 26:5 leemos que “Abraham obedeció mi voz, y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.” Esta sería una afirmación bastante anacrónica si la ley no fuera entregada al hombre hasta dentro de cuatro siglos más o menos. Sí, algunos eruditos tratarán de evadir la fuerza de estas declaraciones, pero el bereano considerará que las palabras de Dios son importantes y que no debemos tratar de forzarlas para que se ajusten a nuestras expectativas.
Que el Nuevo Pacto sea el pacto equivocado bajo el cual operaría la Ley de Dios (supuestamente ligada exclusivamente al Antiguo Pacto) es una posición difícil de mantener. El Nuevo Pacto se distingue en esto, que la Ley de Dios sería escrita en el corazón y en la mente del hombre (Jeremías 31:33). Este pensamiento se repite en Hebreos 8:10 y también en Hebreos 10:16; teniendo aquí un triple testimonio. La diferencia entre lo Antiguo y lo Nuevo es que en lugar de estar escrita en tablas de piedra, Su Ley ahora está escrita en las mentes y los corazones (para “obtener obediencia espontánea”, como dijo Warfield). Esto no es lo mismo que “la obra de la ley” escrita en el corazón a la que Pablo se refiere en Romanos 2:15 (la obra de la ley correspondiente a la conciencia). El contenido de las leyes que se escribirían sería el mismo de siempre. Las afirmaciones arbitrarias de que aquí se pretende “alguna otra ley” distinta a la que Jeremías había conocido durante toda su vida requeriría desgarrar los versículos, insertar contenido extraño, volver a unirlos y decir: “¡Mira, lo he arreglado!” Los resultados desfigurados de tales cirugías teológicas hablan por sí solos: podríamos causar un daño horrendo similar a la Expiación misma si alguna vez se legitimaran tales tácticas.
La idea errónea popular de que la Ley de Dios era sólo para Israel encalla en múltiples escrituras. La profecía mesiánica de Isaías 42 especifica que Él establece el juicio “en la tierra; y las islas esperarán su ley” (versículo 4). En Isaías 2, todas las naciones afluyen al monte de la casa del Señor (versículo 2) “porque de Sión saldrá la ley” (versículo 3). Como resultado, “no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (versículo 4). Miqueas 4:2 dice que “muchas naciones vendrán” a Sión para aprender de Sus caminos cuando la ley salga de Sión. La conversión de Egipto (Isaías 19:18, 21) significa que los egipcios “jurarán a Jehová de los ejércitos”… “sí, harán voto a Jehová, y lo cumplirán”. Todas estas son categorías de la Ley de Dios. La conversión de los filisteos incluye un detalle fascinante, donde Dios dice “quitaré la sangre de su boca, y sus abominaciones de entre sus dientes, y quedará también un remanente para nuestro Dios, y serán como capitanes en Judá, y Ecrón será como el jebuseo.” (Zacarías 9:7)
Romanos 13:8-10 es un texto peculiar para plantear como objeción a la Ley de Dios, pero él (y nociones similares sobre “la ley de Cristo” sustituyendo a “la ley de Dios”, etc.) se han convertido en mantras virtuales a pesar de propagar un grave malentendido. Si estos textos significan lo que dicen los críticos, se contradicen a sí mismos a mitad del versículo. El versículo 8 comienza “No debas nada a nadie”, lo que en realidad es una restricción más severa de la deuda de lo que estipula la Ley de Dios: comenzamos con un mandamiento en este versículo. En consecuencia, amar a otro (en el sentido de una orientación emocional) no puede cumplir la ley si una persona está endeudada, ya que Pablo no presentaría declaraciones contradictorias en esta epístola cuidadosamente redactada. En el versículo 10 leemos que “el amor no hace mal al prójimo”, pero ése es el amor definido en el contexto del versículo anterior, que cita cinco mandamientosycualesquiera otros aplicables como resumidos en Levítico 19:18. Es esta forma de amor, comprendida por el cumplimiento de los mandamientos enumerados y otros, la que dará como resultado que no se haga mal al prójimo. Nuestras versiones inglesas darían un mejor sentido si invirtieran los términos: el cumplimiento de la ley constituye el amor al prójimo. El afecto emocional no sustituye a la abstención de asesinato, adulterio, robo, etc.
Es importante reconocer que, si bien Cristo es el único mediador entre Dios y el hombre, el mediador entre el hombre y el hombre es la Ley de Dios. Su Ley debe regir nuestra relación con los demás: interactuamos con ellos sólo en términos de la Ley de Dios, lo que a su vez aumenta la paz entre los hombres. Interactuar directamente con un hombre, sin la mediación de la Ley de Dios, es acercarse a ellos ilegítimamente, en bruto, y dada la naturaleza pecaminosa del hombre, los resultados son invariablemente perjudiciales para una o ambas partes de las relaciones no mediadas. Job era ciertamente consciente de este hecho, ya que sus apelaciones a Dios se basan en el hecho de que todas sus relaciones con otros seres humanos estaban de hecho mediadas por la Ley de Dios como su fundamento y condición. Podía afirmar que todo lo que hacía se regía por las exigencias de Dios23.
La última objeción que examinaremos es que la Ley de Dios sólo estuvo en vigor entre la época de Moisés y la crucifixión de Cristo. (Dependiendo de la teología del crítico, el punto final puede variar entre la concepción de Cristo hasta la caída de Jerusalén en el año 70 d.C., pero en cualquier caso la Ley era letra muerta antes de finales del siglo I d.C.). Los intentos de restablecer la ley a partir de entonces (por ejemplo, el código de leyes del rey Alfredo en la Inglaterra del siglo IX) se consideran terribles errores y peligrosas imposiciones: lo que Cristo (supuestamente) ha abolido, que ningún hombre lo vuelva a poner en su lugar.
Algunos puntos expuestos anteriormente abordan también esta objeción, al menos en parte. Deberíamos añadir algunos más para su posterior contemplación, empezando por el Padre Nuestro que se encuentra en el capítulo sexto de Mateo. La familiaridad con el pasaje no ha ayudado a nuestra comprensión del mismo: necesitamos mirar más de cerca y entender qué es exactamente lo que estamos rezando en el décimo versículo: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
¿Qué significa que se haga la voluntad de Dios en el cielo? No tenemos que adivinarlo: Dios reveló la respuesta en uno de los salmos. Leemos en el Salterio: “Bendecid al Señor, vosotros Sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis Su mandato, obedeciendo la voz de Su palabra.” (Salmo 103:20). Y ahí está: los habitantes del cielo cumplen Sus mandamientos, los mandamientos con los que el salmista estaba familiarizado. Y nosotros debemos orar para que en la tierra prevalezca la misma situación que en el cielo: que los habitantes de la tierra cumplan Sus mandamientos y escuchen la voz de Su palabra.
Ahora, a menos que el Padre Nuestro no sea para nosotros (y algunas escuelas de teología enseñarían que no es para nosotros, como tampoco lo es el Sermón del Monte, o incluso todo el Evangelio de Mateo), tenemos que tener en cuenta cómo nos instruyó el Señor para orar, y por qué nos instruyó para orar. Si hemos de orar como Él nos ordenó, entonces la Ley de Dios tiene un papel importante que desempeñar en nuestra vida de oración, ya que constituye el centro de la tercera petición de Su oración modelo para nosotros.
Se suele afirmar que los santos del Antiguo Testamento seguían una religión basada en las obras, mientras que los santos del Nuevo Testamento siguen una religión basada en la gracia. Esto es incorrecto, pero es tan conveniente apelar a esto que la idea se ha alojado en la comprensión popular de la época del Antiguo Testamento. Tendemos a olvidar que la Ley de Dios contiene provisiones para el perdón, que todo el sistema de sacrificios apuntaba a la expiación de Cristo y la prefiguraba. Sólo los fariseos dejaron de ver cuán integral era la gracia para la fe del pueblo de Dios antes del advenimiento de Cristo. Y la Ley de Dios no es antitética a la gracia. De hecho, el salmista ve una armonía entre ellas cuando suplica a Dios diciendo: “En tu gracia concédeme tu ley” (Salmo 119:29). El hecho de que Dios nos dé su guía, una lámpara para nuestros pies, es en sí mismo un acto de gracia. No nos deja vagar en la oscuridad, ni a la luz de nuestra propia voluntad.
Es decir, la Ley de Dios proporciona un patrón para la santificación24, una medida que discrimina entre lo recto y lo torcido. Y Dios está ciertamente en el negocio de enderezar las cosas torcidas, y nos llama a hacer lo mismo25.
Es un error suponer que Dios ya no hace cumplir las ordenanzas que se reservó el derecho de hacer cumplir. Israel aprendió esta lección por las malas cuando fue deportado a Babilonia por haber violado las ordenanzas del reposo de la tierra durante casi medio milenio (2 Cr. 36:21). La indulgencia de Dios no significa que la Ley ya no esté activa: significa que nos está dando “tiempo para arrepentirnos” (Ap. 2:21) y si no lo usamos responsablemente, sino que lo malinterpretamos, seremos los peores por ello.
Esto nos lleva a considerar uno de los principales textos que tienen relación con la situación actual de la Ley de Dios en nuestra época: Mateo 5:17-20. Se ha vertido mucha tinta sobre este pasaje, por lo que abordaremos esta cuestión en la próxima sección. Es significativo para el punto que acabamos de considerar (¿excedió la Ley de Dios sus límites de vigencia en el siglo I o sigue operativa?).
Una Breve Mirada a Mateo 5:17-20
Todo el mundo tiene una teoría sobre Mateo 5:17-20. Algunos sostienen que ni siquiera aplica a nosotros, sino a Israel en el futuro. Otros sostienen que nos habla a nosotros, pero que deja de lado la Ley de Dios como superada en la era del Nuevo Testamento. Se discuten las palabras individuales, se discute la relación de las cláusulas y la conclusión que el versículo 19 extrae de la enseñanza de los versículos 17-18 no suele coincidir con la postura defendida por los críticos. Así que aquí tenemos mucho que superar, si es posible.
Tenemos que estar atentos a las exposiciones tendenciosas (exposiciones con un hacha obvia para moler antes de su análisis). Esto se aplica a las opiniones de los eruditos de ambos lados de la línea divisoria. Amigos y detractores de la validez actual de la Ley de Dios se apoyan mucho en este pasaje, ya que ambas partes creen haber encontrado en él una prueba de sus puntos de vista. A veces un crítico de la Ley de Dios hace un punto fuerte contra un defensor de la Ley de Dios, y ese punto tiene que ser tratado. Le remito al enlace en esta nota26 para una discusión detallada de tal situación, que proporcionará una columna vertebral para este examen del pasaje. Siéntase libre de hacer clic en el enlace para obtener una discusión más completa y mejor documentada de lo que se presenta aquí (que es más un resumen que un recorrido exhaustivo).
Una interpretación más contundente de la primera cláusula de Mateo 5:17 sería la siguiente: “Ni se os ocurra pensar que he venido a abolir la ley o los profetas”. Esto refleja la fuerza “agresiva” del verbo27. Parece que la gente estaba peligrosamente cerca de sacar esa conclusión de las palabras precedentes de Cristo en este famoso sermón. Si no vino a hacer esto, ¿qué vino a hacer?
“No he venido a destruir, sino a cumplir”.
La traducción inglesa de la última palabra, plerosai, es donde empieza el problema. “Cumplir” se aplica a menudo al último sustantivo, “profetas”, como si Cristo hubiera venido a cumplir las profecías sobre el Mesías de Israel. Supuestamente “cumplió” la Ley guardándola perfectamente, siendo así el Cordero sin mancha, “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, como dijo el Bautista (Juan 1:29). Si estos puntos de vista son correctos, la utilidad de la ley está en una correa corta en este momento, teniendo sólo unos pocos años para seguir su curso.
El punto de vista del Dr. Greg Bahnsen era que el significado correcto de plerosai puede deducirse del hecho de que la palabra “pero” – alla en griego – es el “adversativo fuerte” en griego, lo que significa que la palabra siguiente sería el antónimo de “destruir”, teniendo el significado directamente opuesto. Para el Dr. Bahnsen, esto significaba que plerosai significaba “ratificar o confirmar” la ley y los profetas. Si esto es correcto, apunta en la dirección de la continuidad de la ley.
Sin embargo, como se señala en la nota anterior, había un punto de fricción. Los eruditos podían encontrar ejemplos en los que alla no requería exactamente la palabra opuesta, un antónimo. Además, el significado de plerosai al que llegó el Dr. Bahnsen aparecía en una glosa (una nota al margen) de un léxico, en lugar de figurar entre los significados plenamente validados del término.
¿Significa esto que la posición pro-Ley ha encallado en una objeción insuperable en la última palabra de Mateo 5:17? No, porque resulta que los estudiosos se han centrado en este pasaje durante siglos, y en realidad hay una traducción mucho más fuerte para plerosai que está tan bien atestiguada que aparece en las Biblias interlineales. La definición principal de plerosai es simplemente llenar. No puede haber ninguna objeción léxica a esta traducción, ya que no se basa en una oscura glosa, sino que es la definición principal. Nadie lo traduce así porque la etiqueta dogmática controla la gramática. (Por algo se ha observado que la raíz de la palabra traductor es “traidor”).
Si la traducción llenar es realmente correcta (y tiene la ventaja de no necesitar ninguna gimnasia dudosa para aplicarla), necesitamos entender lo que significa. ¿Qué ha sucedido con la Ley de Dios y cómo actúa Cristo con respecto a ella? ¿Qué han hecho los fariseos, los escribas, los saduceos, con la Ley de Dios? Cristo deja claro que la han anulado: la han vaciado de sentido. Y para entender la respuesta de Dios a esto, tenemos que acudir a pasajes como el Salmo 119:126, donde leemos “Tiempo es de actuar, oh Jehová, Porque han invalidado tu ley.” La Ley no puede quedar en ese estado: nula, vacía, desprovista de sentido y aplicación. Hay que restaurarla, hay que revertir su vaciedad llenándola de nuevo y deshaciendo su nulidad. La Ley puede anularse ignorándola, pero también deformándola, torciéndola. Los mandamientos de Dios son rectos, pero se anulan al torcerlos. Esta era la atmósfera moral en la que se movía Cristo.
Como se indica en el artículo anterior, los tres versículos 126, 127 y 128 del Salmo 119 forman un conjunto unificado. Lamentablemente, el último versículo de este conjunto, 119:128, está mal interpretado: muchos traductores piensan que falta una palabra, debido a la inusual interpretación literal del versículo. Obsérvese que comienza con el término “Por eso”, y retoma el pensamiento de la ley anulada en el versículo 126, que debe ser abordado. Juntemos los dos pasajes, el versículo 126 con el 128 (ya que el 127 es conectivo y lleva a la conclusión): “Tiempo es de actuar, oh Jehová, Porque han invalidado tu ley. Por eso hago recto todos los mandamientos sobre todas las cosas, Y aborrezco todo camino de mentira.”28 Nótese la conexión: el Señor es llamado a obrar para deshacer la anulación de Su ley (versículo 126), y el versículo 128 actúa como la respuesta divina: todos los preceptos sobre todas las cosas los enderezaré. Las insinuaciones mesiánicas en el Salmo 119 son notables y no suficientemente estudiadas, y aquí hay un ejemplo de tal ocurrencia. Cristo enderezará de nuevo los preceptos de Dios… todos ellos serán restaurados, sin dejar ninguno vacío. Él los llenará, en todos los sentidos del término “llenar” como la respuesta divina a la Ley que se anula.
Cabe señalar que Warfield propuso una alternativa al punto de vista anterior, a la que se hace referencia en el artículo de la nota anterior. Hay más de una forma de entender las palabras finales de Mateo 5:17 sin tropezar con las dificultades que ha encontrado la exposición del Dr. Bahnsen.
Mateo 5:18 también ha sufrido mucho a manos de los expositores. Destaquemos cinco palabras en negrita: las dos veces que aparece “hasta”, las dos veces que aparece “una” y la palabra “todo”.
“Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”
La última palabra, “cumplido”, es genetai, una palabra muy diferente de plerosai, “llenar”, en el versículo anterior. Cristo llama la atención sobre su significado repitiendo la palabra “una” dos veces, lo cual establece el significado de la palabra “todo” que sigue: todo se refiere a todas las jotas y tildes. Podemos traducir (con Warfield) la última cláusula como “hasta que todas [ellas] se cumplan”. Y esto se refiere específicamente a las jotas y tildes de la ley: no pasarán hasta que todas ellas se cumplan. Como señala Warfield, esto equivale a una predicción de que la Ley de Dios se cumplirá plenamente algún día en este mundo29.
En consecuencia, eso significa que este versículo no nos está diciendo tanto acerca de cuándo pasará la ley, como cuándo pasarán los cielos y la tierra. Pasarán una vez que todas las jotas y tildes de las leyes hayan sido guardadas, hayan sido obedecidas y ya no sean quebrantadas ni transgredidas. Como dice Warfield, Cristo vino para que se cumpliera la ley, y el Padrenuestro insiste en el mismo punto: debemos orar para que se cumplan todas las jotas y tildes, es decir, que se haga Su voluntad en la tierra como en el cielo.
El versículo 19 comienza con la frase ” De manera que”, que significa una relación causal con los versículos 17 y 18. “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.”
Debemos notar, en primer lugar, que en ningún momento este versículo dice que alguien no esté en el reino de los cielos – sino más bien que su estatus en el reino de los cielos evidencia una degradación autoinfligida: se han disminuido a sí mismos al enseñar que los mandamientos de Dios se han aflojado de alguna manera. La referencia al mandamiento más pequeño también es de interés aquí, así que examinémosla.
La opinión de los rabinos era que el mandamiento mas pequeño se encontraba en Deuteronomio 22:6-7, que es un estatuto relativo a lo que se debía hacer si se encontraba un nido de huevos de ave en el suelo. La Ley de Dios protege la especie prohibiendo coger el ave madre: sólo se podían coger los huevos. Se trata de un asunto bastante trivial (aunque importante para Dios). Éste es, pues, el mandamiento mas pequeño.
Sin embargo, hay algo bastante sorprendente en este “mandamiento mas pequeño”. Si lo lees, verás que termina con la misma promesa que tiene el Quinto Mandamiento, relativo a honrar al padre y a la madre. Si guardas este mandamiento más pequeño, tus días serán largos en la tierra que el Señor te ha dado. Esta tremenda promesa, unida tanto al Quinto Mandamiento (el primer mandamiento con promesa, como señala Pablo en Efesios 6:2) como al mandamiento más pequeño, ilustra la unidad fundamental de la Ley de Dios. Esto da testimonio del mismo concepto que expone Santiago sobre la unidad de la Ley de Dios (St 2,10).
Los comentaristas son conscientes de que Mateo 5:19 no expondría estas advertencias a menos que la Ley de Dios estuviera operativa, por lo que la única forma de eludir la Ley de Dios es afirmar que las disposiciones de esta advertencia expiraron hace veinte siglos, junto con la Ley a la que hacía referencia. Alternativamente, este versículo podría repentinamente volverse operativo en un supuesto futuro reino milenario de Cristo desde Jerusalén – y no meramente operativo, sino obligatorio.
Sería más natural tomar el texto tal como está escrito, entendido de tal manera que los versículos que componen el pasaje armonicen entre sí en lugar de entrar en conflicto, y avanzar a partir de ahí. Sin embargo, los que se oponen a la validez actual de la Ley de Dios creen que si pueden torcer el flanco de la posición favorable a la Ley “corrigiendo” el significado del Sermón del Monte, habrán logrado su objetivo. Como es mucho lo que está en juego, se sigue generando mucho calor en este debate – y en lugar de hierro afilando hierro, hemos visto demasiada deploración, censura, desaprobación y bloqueo sobre estas cuestiones.
Teonomía y Teonomistas
La teonomía, tal y como se utiliza comúnmente, se refiere a la postura de que la Ley de Dios sigue siendo, en general, válida y operativa en este mundo, a excepción del sistema de sacrificios, que ha sido sustituido como resultado de la obra de Cristo (como atestigua el propio Antiguo Testamento, y no sólo las epístolas del Nuevo Testamento). Los puritanos representaron un incipiente movimiento teonómico en muchos aspectos (aunque hubo notables excepciones entre ellos) y a finales del siglo XX ha surgido un renovado interés por estas partes olvidadas de las Escrituras.
No todos los teonomistas están de acuerdo entre sí. Y algunos de estos desacuerdos intramuros no se manejaron muy bien (lo que es una especie de ironía en sí mismo), lo que indica que todavía no hay sustituto para el carácter cristiano. La diversidad de puntos de vista no debería considerarse un defecto inherente al enfoque teonómico, porque los teonomistas están esforzándose por ponerse al día. Del mismo modo que la Ley de Dios fue encontrada en su día por Hilcías para transmitírsela al rey Josías (2 Reyes 22:8ss), nosotros nos encontramos en una situación similar, en la que tenemos que lidiar de nuevo con la Ley de Dios y aprender a aplicarla equitativamente en la sociedad moderna.
Debemos adoptar la actitud del salmista que declaró que los estatutos de Dios son “deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino” (Salmo 19:10). Si nos encontramos prefiriendo el oro a la Ley de Dios, hemos tomado un desvío perjudicial en oposición al salmista. El Salmo 119 expresa el mismo pensamiento dos veces: “Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata” (versículo 72) y “amo tus mandamientos más que el oro, sí, más que el oro fino” (versículo 127). Así como Santiago enseñó que podemos orar por sabiduría, también podemos orar por afectos piadosos para que prefiramos Sus mandamientos por encima del oro y la plata. En el Salmo 119:66 leemos en la versión Biblia de las Américas: “Enséñame buen juicio y conocimiento, pues creo en tus mandamientos”. La palabra hebrea traducida “juicio” es taam, de la raíz “gustar”. El sentido real es, “Enséñame afectos rectos” – significando que podemos aprender a gustar y apreciar las cosas sostenidas por la Palabra de Dios pidiéndole que nos dé afectos apropiados.
La teonomía es una posición minoritaria en este momento de la historia, aunque creciente. Desde la perspectiva teonómica, el Estado moderno basado en el poder funciona como un falso dios y debe ser considerado como tal, ya que pretende ocupar la cúspide de la autoridad, habiendo destronado a Dios para ello. Lo único más fuerte que un Estado de poder moderno es Dios mismo. Los cristianos que gobiernan sus propias vidas según la ley de Dios están en condiciones de ampliar el autogobierno, lo que a su vez reduce el poder del Estado. El progreso se basa en la regeneración, no en la revolución: no debemos tomar para nosotros las armas de la carne, sino las armas mucho más poderosas del Espíritu. El impacto de aplicar la Ley de Dios en nuestras propias vidas será amplio: es parte de la levadura que fermenta toda la masa.
¿Cómo revertir el desconocimiento generalizado de la Ley y sus bendiciones? Sabemos que Israel versificaba los mandamientos y los cantaba, lo que ayudaba al pueblo a recordarlos y cumplirlos. Aprendemos ese hecho sorprendente en el Salmo 119:54b – “Cánticos fueron para mí tus estatutos en la casa en donde fui extranjero”. Hoy en día es una ardua batalla cantar los Diez Mandamientos, que no son más que un resumen de toda la Ley30. ¿Por qué gastar esfuerzos en tal empresa si la Ley ha caducado, como muchos enseñan hoy en día? Hebreos 2:2 no afirma que la ley (“la palabra hablada por los ángeles”) fuera temporal, sino que “era firme”. El versículo explica además que “toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución”. ¿Podemos decir esto de la ley humanista, que la recompensa es siempre justa? La ley humanista penaliza mucho de lo que Dios permite, y subvenciona lo que Dios prohíbe.
Los teonomistas, con la vista puesta en sentar las bases para una futura erudición y aplicación bíblica, han gastado (y están gastando) energía en resolver los diversos desafíos (antiguos y nuevos) dirigidos contra la tesis teonómica. Por ejemplo, algunos críticos sostienen que la ley ha cambiado (citando Hebreos 7:12, que dice así en la versión Reina Valera: “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley”). Textos como éste han sido examinados por el Dr. Bahnsen, y nosotros sólo añadimos algunas consideraciones adicionales. En primer lugar, recordemos que el Antiguo Testamento se modifica a sí mismo. La discusión de Hebreos 7 sobre Melquisedec y el hecho de que Leví le pagara el diezmo mientras estaba en los lomos de Abraham indica que el sacerdocio levítico estaba subordinado al de Melquisedec (que tenía prioridad y cuyo oficio no fue anulado por la Ley, como argumenta Gálatas 3:15ss). Como se mencionó anteriormente, Isaías profetizó de los egipcios que “harán sacrificio y oblación; y harán votos a Jehová, y los cumplirán” (Isa. 19:21), y esto requiere que se trascienda la limitación levítica. Y sin embargo, la Ley es considerada intacta por Isaías, que sitúa a Israel detrás de Egipto y Asiria (los dos enemigos mortales de Israel) como irradiando bendiciones divinas (Is. 19:24). Además, la palabra metathesis en Hebreos 7:12 se traduce mejor como “una traslación” de la ley relativa al sacerdocio, y en este sentido es una traslación de vuelta al sacerdocio anterior que había mantenido siempre la prioridad31.
Los teonomistas son conscientes de que “las islas esperan Su Ley”, y que se debe hacer todo lo posible para enseñar todo el consejo de Dios a Su pueblo, para que estén completamente equipados. No hay duda de que la palabra de Dios que “equipó completamente” a Timoteo (en 2 Timoteo 3:17 – “enteramente preparado”) fueron las escrituras del Antiguo Testamento, incluyendo la Ley de Dios. La utilidad del Antiguo Testamento “para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (versículo 16) se afirma como un hecho incuestionable. Esto no quita nada a la gloria del Evangelio y al poder de Dios para salvación (Romanos 1:16). Indica que Dios se preocupa por todos los aspectos de nuestras vidas.
Los teonomistas nos advierten que el fruto de la ley humanista tiende finalmente al mal. Se nos advierte en el Salmo 94:20 que los malvados “planean el mal por decreto”. El sistema legal se tuerce para institucionalizar (“planear”) el mal. La principal manera de hacerlo es rechazando el requisito principal de la Ley de Dios: que no haya acepción de personas. El derecho humanista siempre acaba con la “acepción de personas”, lo que genera injusticias que luego hay que corregir con más injusticias. Sólo la Ley de Dios se apoya sólidamente en el principio de “no acepción de personas”, es decir, de la igualdad ante la ley. Al abandonar la Ley de Dios, no encontramos ningún fundamento estable para la justicia social, ya que un sistema construido sobre la igualdad a travésde la ley acabará derrumbándose. No estamos haciendo ningún favor a nuestra nación al no tener en cuenta la Ley de Dios. Más bien, aceleraremos su desaparición, porque estaremos mirando hacia otro lado mientras nuestra nación se construye sobre arena en lugar de sobre roca.
La teonomía en su mejor forma nos enseña cómo todos los elementos de la Palabra de Dios trabajan juntos para maximizar la libertad y la bendición en nuestra nación. Es sorprendente cómo la Ley de Dios ha sido etiquetada como un plan para la tiranía, siendo que es el único plan para evitar la tiranía y promover la libertad. Las críticas se basan, por supuesto, en etiquetar varios acontecimientos históricos como ejemplos de teonomía en acción, acontecimientos marcados por evidencias obvias de que la teonomía no se aplicó realmente. Estas falsas “historias con moraleja” de miseria y desdicha se atribuyen falsamente a la teonomía como su fuente. Tales ataques son el último refugio de los que recomiendan el camino del hombre sobre el camino de Dios, y su voluntad de tergiversar y atribuir mal indica que las “verdades” que están compartiendo son fabricaciones armadas.
Una prueba justa de la teonomía requiere que todas las jotas y tildes sean operativas, porque la Ley de Dios es una unidad, un paquete (por así decirlo). No entrega 50% de bendiciones por obedecer la mitad de ella. Aprendemos esto de pasajes como Malaquías 2:9 – “Por tanto, yo también os he hecho viles y bajos ante todo el pueblo, así como vosotros no habéis guardado mis caminos, y en la ley hacéis acepción de personas”. Como Santiago 2:9 aclara, la acepción de personas lo hace a uno transgresor. Debido a que los hombres están decididos a operar en términos de la acepción de personas, cierran sus oídos a la Ley de Dios para no ser condenados por ella.
Una prueba justa de la teonomía requiere que todos los puntos y tildes sean operativos, porque la Ley de Dios es una unidad, un paquete (por así decirlo). No otorga un 50% de bendiciones por obedecer la mitad de ella. Aprendemos esto de pasajes como Malaquías 2:9 – “Por eso os he hecho despreciables y viles ante todos los pueblos, por cuanto no habéis guardado mis caminos, sino que habéis sido parciales en la ley.” Como Santiago 2:9 aclara, el respeto a la persona lo hace a uno transgresor. Debido a que los hombres están decididos a operar en términos de respeto a las personas, cierran sus oídos a la Ley de Dios para no ser condenados por ella.
La ética teonómica ha sido plenamente evaluada en tres lugares de la Escritura: Salmo 1, Salmo 19 y Salmo 119. Su testimonio combinado es uniformemente positivo. Los críticos de la teonomía tienen que explicar el testimonio de todas estas escrituras. A menudo advierten que la teonomía es atractiva porque presenta soluciones simples a problemas complejos (traducción: no están por encima de psicoanalizar a cualquier persona interesada en ser un bereano cuando se trata de la cuestión de la teonomía). No permitirán que tal vez la gente esté interesada en investigar la teonomía porque parece hacer plena justicia a las escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, tratándolas juntas como todo el consejo de Dios. Tal vez el pueblo de Dios decida que el punto de vista de Efraín (que las grandes cosas de la Ley de Dios eran una cosa extraña) no se presenta como un ejemplo a emular hoy en día, sino más bien como evidencia de la apostasía de Efraín. Y esta toma de conciencia suele desencadenar una corrección del rumbo.
Entonces apreciaremos que Pablo tiene palabras duras sobre la ley en el contexto de la justificación (donde no tiene lugar legítimo) pero palabras positivas sobre la ley en el contexto de la santificación. Reconoceremos que la teonomía no es consistente con el legalismo o el moralismo, sino que es hostil a ambas posiciones. Y aquellos que, a través del estudio y la consideración cuidadosa, comiencen a adoptar la ética teonómica, aprenderán cómo Dios dispersa Sus bendiciones a Su pueblo cuando se vuelven a Él como Legislador en el mismo espíritu en que se vuelven a Él como Rey, Juez y Salvador (Isaías 33:22).
NOTAS:
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