18 NOVIEMBRE, 2023
Hoy en día, los medios alternativos que explican o difunden “teorías de la conspiración” son muy populares. Puede que en algunos casos haya más o menos verdad, y como sucede a menudo, no es tan simple como parece. Pero si es cierto y testificado por las Escrituras mismas que la compleja realidad que nos rodea se nutre y retroalimenta de múltiples relaciones, agentes y planes donde diversos intereses confluyen y colisionan dando lugar a un panorama bastante dificil de desentrañar.
¿Qué significa esto? Que es ingenuo reducir el rumbo de la historia o el devenir de los eventos del mundo a un puñado de hombres, la “elite” como se la suele llamar, que deciden por todos, reduciéndonos a un conjunto de muñecos y marionetas del poder. Sin dudas, hay grupos de poder que ejercen gran influencia, organizaciones transnacionales que tienen una fuerte injerencia en los países y mercados artificiales que muchos buscan proteger y promover. Pero creer que estos hombres en su conjunto tienen una suerte de voluntad soberana capaz de dirigir la historia es un salto muy grande.
Como bien señalo Nuestro Señor Jesucristo, la garantía de derrota del reino de las tinieblas es que es un reino dividido, y como tal, no puede permanecer (Marcos 3:24-26). Todo hombre, como resultado de la caída, quiere ser su propio dios, y por lo tanto, cualquier conspiración humana satánica está basada en el poder, donde los “dioses” más fuertes someten a los más débiles, prometiéndoles cuando mucho un pequeño ámbito de dominio. Este tipo de vínculo basado en el poder es débil porque el poder es un arma de dos filos que se vuelve en su contra, donde todos conspiran contra todos y arruinan o mutan los planes del resto. En un mundo fragmentado, politeísta, pluralista, toda unión pende de un hilo y es inestable y tendiente a la disolución o quiebre. Incluso lo único que une universalmente al mundo incrédulo, su rechazo del Único Dios Verdadero, no es garantía de éxito porque no están todos de acuerdo respecto a quién tomará su lugar.
En Argentina, el país donde vivo, hay elecciones en el día de mañana. Esto suscita reacciones varias, desde aquellos que creen que son las elecciones más importantes de los últimos 100 años, pasando por quienes piensan que del resultado dependen los próximos 40 años, a quienes creen que de ganar uno u otro candidato está “en riesgo la democracia”. Y por si fuera poco, trayendo el tema de las conspiraciones a colación, imagínese cuanto más para aquellos que creen que gane quien gane, el candidato ganador no será más que un títere de las élites mundiales masónicas que gobiernan desde las sombras.
A la luz de todo esto, me pareció relevante compartir el siguiente extracto de Rushdoony, tomado principalmente de los capítulos 4 al 6 del Noveno Mandamiento en su libro “Institución de la Ley Bíblica”. Sin más, veamos que tiene para decir Rushdoony al respecto…
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El Determinismo Satánico
(…) la muy común doctrina del determinismo satánico (…) es mortal. (…) A través de los siglos, demasiados religiosos han puesto el cimiento para una doctrina de determinismo satánico. Podemos llamarlo también la teoría de la conspiración.
Ahora bien, con mucha claridad las Escrituras afirman el hecho de las conspiraciones; el Salmo 2 es una declaración clásica de su realidad. El mismo Salmo, sin embargo, subraya con vigor su futilidad; Dios se ríe de las conspiraciones de las naciones impías y convoca a su pueblo para que participe de su risa.
Las conspiraciones prosperan solo cuando decae el orden moral. En toda sociedad hay delincuentes, ladrones y asesinos. Solo cuando una sociedad entra en la decadencia y el colapso moral estos elementos adquieren cierta ascendencia. El Imperio Romano en su decadencia vio una proliferación de sectas que auspiciaban la revolución, el comunismo, el amor libre, la homosexualidad y mucho más. Cuando la cristiandad entró en decadencia moral después del siglo 13, de nuevo estas sociedades criminales secretas empezaron a abundar. Algunas querían comunismo, otras organizaban protestas y marchas nudistas, y otras más fraguaban la revolución. Como Schmidt observó de la era de la Reforma, «toda Europa alrededor de Calvino estaba contaminada por fraternidades, algunas esparciendo el “iluminismo” y otras el escepticismo». La Reforma y la Contrarreforma condujeron a la decadencia temporal de estos grupos, que se levantaron de nuevo conforme decaían la fe, la ley y el orden cristianos.
Pero los que dan falso testimonio, que atribuyen a Satanás poderes que solo le pertenecen a Dios, no se contentan con reconocer que las conspiraciones existen. Van mucho más lejos. Primero, le adscriben a las conspiraciones un orden moral y una disciplina que son imposibles. Satanás no puede construir ni crear; es solo destructor, homicida, y tiene poder solo hasta el punto en que nos olvidamos del verdadero poder de Dios. La Unión Soviética, para citar un gobierno conspirador internacional, fue una agencia corrupta, torpe y radicalmente incompetente. Requirió la ayuda repetida de otros países más el saqueo imperialista para sobrevivir. El alivio Hoover de la década de 1920, el reconocimiento de Roosevelt de la década de 1930, y los continuos apuntalamientos la mantuvieron viva. El problema comunista no era su poder y capacidad perversos, sino más bien el colapso moral continuo de las iglesias y naciones cristianas, y su apostasía radical.
Segundo, el poder del mal es débil y limitado; está bajo el control de Dios y es su azote para las naciones. La debilidad de las conspiraciones del mal quiere decir que por lo general solo pueden ocupar un vacío. Las raíces del poder soviético estuvieron en la decadencia moral de Rusia y su cristianismo kenótico; las victorias soviéticas en las naciones bálticas se debieron a la posición de acomodo moral de los aliados occidentales, que vendieron a esas naciones.
Tercero, la clave para superar las conspiraciones del mal no es una concentración en el mal, sino la reconstrucción santa. Uno de los pecados que Jesucristo condenó en algunos de los miembros de la iglesia de Tiatira fue su interés en estudiar «las profundidades de Satanás», que se puede traducir como «explorar las cosas profundas u ocultas de Satanás» (Ap 2:24). Los movimientos conservadores que no son cristianos se dedican radicalmente a estudiar o explorar las cosas profundas de Satanás, como si fueran la clave del futuro.
Cuarto, implícita en todo esto, como ya se señaló, es la creencia en la determinación satánica, que hace de estos conservadores unos satanistas pertinaces. Negar el poder soberano de las conspiraciones es una de las maneras más seguras de confrontar a muchas de las personas, que después argumentarán con pasión religiosa el poder soberano, predestinador de Satanás. Insistirán en que todo acto nacional o internacional es una conspiración cuidadosamente planeada y manipulada, todo gobernado por un plan o complot maestro, y un concilio maestro secreto. Que los complotados y planes existan, y que sean muchos, se puede conceder, pero el cristiano debe sostener su futilidad. Rugen en vano; «piensan cosas vanas» cuando traman juntos contra el Señor y su Ungido (Sal 2:1, 2).
Echarles la culpa de los males del mundo y adscribir el gobierno del mundo a conspiraciones satánicas ocultas es ser culpable de falso testimonio contra Dios. Es comparable a recurrir a la magia, brujería o sacrificio humano. Niega que Dios sea la única fuente de predicción y adjudica poder y predicción más bien a Satanás.
Mucho mejor que la mayoría de los teólogos, Berle ha descrito las leyes del poder:
Cinco leyes naturales de poder son discernibles. Son aplicables dondequiera, y en cualquier nivel en que aparezca el poder, sea que se trate del de la madre en su sala cuna o del poder del jefe ejecutivo de un negocio, el alcalde de una ciudad, o el dictador de un imperio. Son:
Berle tiene razón. El poder se basa en una fe, en una filosofía. Cuando la fe o filosofía detrás de una cultura empieza a morir, hay un cambio de poder. Hoy, debido a que la fe cristiana se ha aguado y se ha vuelto antinomiana, no puede mantener o producir un orden legal. Como resultado, antiguos impulsos y movimientos criminales se apoderan del poder. La clave para desplazar esos poderes perversos acaparadores no es un estudio de las cosas profundas de Satanás, ni una creencia en su poder, sino la reconstrucción santa en términos de fe, moralidad y ley bíblicas. Para muchos conservadores que no son cristianos, la prueba de un verdadero conservador es ésta: ¿Cree él en la existencia, plan y poder de los conspiradores, llamándolos como sea? Esta prueba es satánica; entraña casi tanto peligro para la sociedad, o acaso más, que la creencia de que la manzana tiene la culpa, es decir, como determinismo económico. Es una forma de adoración a Moloc. Dios confrontó a Adán y a Eva en el Edén con la responsabilidad de ellos; Natán declara a David: «Tú eres aquel hombre» (2 Samuel 12:7).
La posición bíblica incluye no solo una afirmación de la responsabilidad esencial del hombre, sino que también declara que solo Dios es el Todopoderoso, y solo él predestina y gobierna todas las cosas. Atribuir a las conspiraciones un poder, disciplina y gobierno del pasado, presente y futuro que no tienen, es otra forma de respaldar la hechicería y «abominaciones» parecidas. Es convertirse en falso profeta y dar falso testimonio.
También quiere decir incurrir en el castigo divino. Afirmar otro poder es negar a Dios y su Ley. Sin que sea sorpresa, una época antinomiana ya ha suscrito a tales creencias. Pero Dios no respetara más el antinomianismo de los miembros de la iglesia que la iniquidad de los impíos. En este punto, los hombres enfrentan la única «conspiración» efectiva: la «conspiración» de Dios contra todos los que lo niegan o lo abandonan.
El mandamiento: «No dirás falso testimonio», quiere decir que debemos dar testimonio verdadero con respecto a todas las cosas. No debemos dar testimonio falso con respecto a Dios o al hombre, ni debemos dar falso testimonio respecto a Satanás atribuyéndole un poder que le pertenece solo a Dios. El verdadero testimonio de los apóstoles no fue un testimonio sobre los poderes de Satanás, sino del Cristo triunfante. El mundo que enfrentaron, siendo un puñado muy pequeño, estaba mucho más atrincherado en sus males que el nuestro, pero los apóstoles no perdieron tiempo documentando la depravación, perversidad y poder de Nerón. Más bien, San Pablo, que está consciente de que se acercaba la persecución, con todo escribió con confianza a los cristianos de Roma: «Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies» (Ro 16:20). La confianza de San Juan es similar: «Ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Jn 5:4).
Hoy, sin embargo, muchos llamados conservadores cristianos no solo pasan el tiempo estudiando la obra de Satanás, sino que se enfadan si uno cuestiona la omnipotencia de Satanás. Insisten en que todo paso de la historia de nuestro mundo ahora está en las manos de manipuladores satánicos que usan a los hombres como títeres. Negar esto es ser clasificado como algún tipo de hereje; el significado práctico de esta posición es adoración a Satanás. Pero San Juan nos dice que, en el momento supremo de la conspiración de Satanás, cuando se decretó la muerte de Cristo, el propósito secreto de Dios se cumplía más (Jn 11:47-56). Siempre es Dios quien reina, nunca Satanás. Cualquier otra fe es un testimonio falso y especialmente perverso.
El Mal se manifiesta a través de Malos (individuos)
(…) la presuposición de la Ley bíblica es la responsabilidad y culpa individual. La Biblia no es ambientalista en su explicación del pecado. Deuteronomio 17:7 concluye: «Así quitarás el mal de en medio de ti». El comentario de Waller de esta frase es muy significativo:
El mal. La versión griega traduce esto «el hombre malo», y la frase se toma en esta forma en 1 Co 5:13: «Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros». La frase ocurre con frecuencia en Deuteronomio, y si vamos a entender que en todos los lugares en donde aparece «el malo» se debe entender un individuo, y tomarlo en el género masculino, el hecho parece merecer que se lo note en consideración a la frase «y líbranos del mal» en el Padre Nuestro. En realidad no existe la perversidad en el mundo aparte de un ser o persona perversa.
El mal no existe en lo abstracto. Cuando nos vemos frente al pecado, nos vemos frente a una persona o personas, y tenemos que habérnoslas con esa persona. El enfoque ambientalista separa al pecado de la persona y lo pone en su ambiente, que fue precisamente la tesis de Satanás en Edén. Puesto que en última instancia Dios es nuestro ambiente, esto significa que todo ambientalista en esencia está en guerra contra Dios.
(…) el significado de la frase: «así quitarás el mal de en medio de ti», ya se ha citado, y también en relación con el Padrenuestro. La petición: «líbranos del mal» (Mt 6:13), se traduce mejor: «líbranos del malo». El mal, de nuevo, no es abstracto. Es Satanás, y es toda persona perversa del mundo. Inmediatamente después de esta petición se halla la doxología «porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén» (Mt 6:13). El reino, el poder y la gloria le pertenecen al Dios trino, y no al perverso. Los que adscriben a conspiraciones ocultas un control radical paso a paso sobre los hombres y eventos están adscribiéndole el reino a Satanás y son satanistas. Éste es el más grande de los falsos testimonios y es perjurio.
Adscribir el Mal a las Conspiraciones es negar la Depravación Total
(…) El carácter de los tribunales, jueces y el sistema legal no se puede mantener por mucho tiempo si el carácter de las personas es delincuente y degenerado. Los tribunales y jueces no existen en un vacío; son parte de la fe, cultura y estándares morales del pueblo en general, de la nación de la cual son parte. El principio del revolucionario es que existe una profunda brecha moral, que el orden establecido es por naturaleza y esencia malo, y que las personas son inocentes y buenas. Este principio revolucionario subyace en todo radicalismo y conservadurismo, y conduce a la mentalidad que adscribe todos los males a conspiraciones y casi ninguno a la naturaleza caída del hombre. El cristiano ortodoxo niega que exista una brecha moral entre el orden establecido y el pueblo; más bien la brecha moral es entre todos los hombres no regenerados, grandes y pequeños, y los redimidos de Dios. Esta brecha moral no puede cerrarse por revolución, sino solo por regeneración. Recurrir a las armas no es, pues, la respuesta. Cuando los cristianos han recurrido a las armas en el pasado, por lo general ha sido en defensa propia, y no como instrumento de regeneración.
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