17 NOVIEMBRE, 2023
Este es el primero de una serie de artículos traducidos de Recon Tavern donde encontramos los distintivos principales del Reconstruccionismo sintetizados en un breve ensayo cada uno. No pretenden ser exposiciones exhaustivas sino mas bien introducciones temáticas que puedan despertar el interés del lector así como también dejar en claro algunos puntos importantes.
En esta oportunidad, el tema es “Epistemología Presuposicional” y puede encontrar el artículo original por Jason Garwood en PRESUPPOSITIONAL EPISTEMOLOGY
Aquí el artículo en PDF para aquellos que deseen descargarlo, y a continuación, también disponible para que pueda leerlo directamente desde esta página:
“…sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia.” (1 Pedro 3:15)
En el mundo occidental actual, la realidad tal como la conocemos está siendo atacada y reformulada en el caldero de la autonomía y la autoexpresión humana. Por un lado, el hombre se encuentra en una condición imposible de erradicar: existe en un mundo con un vehemente deseo de respuestas. Es impulsado por una búsqueda del conocimiento, la comprensión y el significado o propósito. Por otra parte, este hombre se encuentra en una situación igualmente precaria: está empeñado en el pecado y la transgresión. ¿Cómo va a funcionar? ¿Qué puede darle resolución y paz? Con un corazón inquieto y obsesionado por alguna explicación razonable, los hombres de hoy van en busca de respuestas, a veces en el descubrimiento de la verdad real (es decir, la que corresponde a la mente de Dios), otras veces en el descubrimiento o fabricación de un ídolo (que es lo que hacen todos los transgresores del pacto en Adán). Pero de cualquier manera, él es siempre y en todo sentidohomo respondens: un hombre que simplemente responde a su entorno creado creado por Dios.
El hombre es inherentemente una creación del pacto y, dado que nace en pecado, esto le resulta bastante incómodo e intolerable. Por lo tanto, se ve obligado, con un apetito insaciable, a poner las cosas en orden, a dar sentido a la unidad y diversidad de la creación y a intentar ubicarse dentro del mundo a través de algún tipo de hazaña racional (o irracional).
El camino hacia la certeza epistemológica y la coherencia racional está, incluso hoy, bajo cuestionamiento. “Vive tu verdad” está pegado en carteles por todas partes en la cercana Washington, DC. En el momento de escribir este artículo, estamos en junio de 2023, un mes de “orgullo”, “amor” y “tolerancia”. La verdad misma ya no es algo a lo que el hombre accede; no, la verdad es lo que haces. Incluso entonces, la certeza y la inteligibilidad ni siquiera importan; lo que importa es cómo te sientes al respecto. Lo que importa hoy es tu expresión autorreferencial. La búsqueda de la verdad se convierte en una búsqueda de la autocomplacencia (es una excusa para exhibir el corazón en la calle sin consecuencias) y ciertamente a nadie le importa ninguna narrativa preexistente. 1
Los hombres, en su estado natural de ruptura del pacto, quieren ser libres: libres de responsabilidad, libres de repercusiones no deseadas, libres de la llamada tiranía de un Dios omnipotente y autónomo. En su lugar, el hombre se convierte en autocontenido y autoexplicativo: el punto de referencia final para la predicación, la inducción, la deducción y los meandros filosóficos/científicos. Cuando los hombres se liberan de lo que perciben como las cadenas de la soberanía de Dios 2, no es de extrañar que se conviertan en esclavos de sus propios deseos pecaminosos. Lo que estamos describiendo es la imposibilidad de la neutralidad. Los presuposicionalistas insisten en que la neutralidad es un mito, una invención, una estratagema diseñada para quitarle autoridad y, por tanto, jurisdicción al gobierno del Dios Triuno. Jesús dijo que no se puede servir a dos señores (Mat. 6:24), por lo que la neutralidad es una necedad y nunca debe considerarse una esfera legítima disponible para los hombres.
LAS PREGUNTAS QUE DEBEMOS HACER
Comprender el presuposicionalismo bíblico en su relación con la epistemología (cómo conocemos las cosas) es fundamental para la labor cristiana. Relacionadas con esto están las justificaciones necesarias para comprender a Dios, a nosotros mismos, el mundo en el que vivimos, el pecado y la redención. En la raíz del pensamiento presuposicional se encuentran preguntas como estas: ¿Cómo sabemos las cosas? ¿Cualquier cosa? ¿Cómo sabemos que sabemos cosas? ¿Podemos tener confianza en lo que creemos saber? ¿Qué es la verdad, de todos modos? ¿Cómo sabemos que algo es verdad? ¿Cómo explicamos el orden creado y la diversidad de experiencias en este mundo? ¿Cuán necesaria es la Biblia y la autorrevelación de Dios para el conocimiento? ¿Puede el incrédulo saber cosas? ¿Qué hacemos con los hechos del mundo? ¿Se explican por sí solos? Este tipo de preguntas sólo encuentran respuesta cuando uno considera la visión bíblica del mundo y la vida. De hecho, “la fe reformada es la expresión más consistente del cristianismo”.3 Si uno quiere captar la totalidad de la realidad (los aspectos físicos y no físicos de la creación), el cristianismo reformado nos da la mejor explicación, ya que sólo la perspectiva reformada aborda los ricos conceptos bíblicos que rodean la creación, la caída y la redención (abordados a continuación).
Habiendo introducido algunos de los contornos generales del presuposicionalismo bíblico, se hace necesario asegurarnos de definir nuestros términos. En esencia, el “presuposicionalismo” se refiere a lo que se presupone en nuestro pensamiento y filosofar. ¿Qué estamos asumiendo o presuponiendo exactamente sobre el mundo y nuestra experiencia en él? Además, ¿qué tipo de presuposiciones ocurren en nuestro pensamiento, conocimiento, creencia y acción que muchas veces pasan desapercibidas? Como sujetos que observamos y analizamos objetos, ¿cómo lo ensamblamos todo? ¿Qué se necesita? El filósofo holandés Herman Dooyeweerd, amigo e interlocutor de Cornelius Van Til, argumentó que hay ciertos “motivos básicos” conectados al horizonte de nuestra experiencia temporal que siempre provienen del corazón humano. Los motivos básicos son suposiciones, expectativas y premisas de la visión del mundo (como los anteojos) que dan forma a la percepción del hombre de la realidad. Son conceptualizaciones narrativas planteadas a partir del corazón (de donde nace y se encausa la fe) que inexorablemente forman no sólo las conclusiones a las que llegamos, sino el proceso mediante el cual intentamos llegar a las conclusiones.
Resulta que, en la visión bíblica del mundo y la vida, la fuente de toda la existencia del hombre es el corazón supratemporal (que está por encima del tiempo) divinamente creado. El corazón del hombre es la raíz religiosa de toda su existencia. La razón del hombre no es el instrumento religioso supratemporal primario, porque no es la característica religiosa central4 del hombre portador de la imagen de Dios, aunque sigue siendo obviamente importante. La razón y la lógica son juntas uno de los muchos aspectos modales de la experiencia humana (como el número, el espacio, el movimiento, la fisicalidad, la lingüística, la estética, etc.), pero no se puede decir que sean la raíz.5 Entonces, ¿de dónde viene la razón? La respuesta es el corazón. Dooyeweerd escribe: “El gran punto de inflexión en mi pensamiento estuvo marcado por el descubrimiento de la raíz religiosa del pensamiento mismo, mediante el cual se arrojó una nueva luz sobre el fracaso de todos los intentos, incluido el mío, de lograr una síntesis interna entre la fe cristiana y una filosofía que esta arraigada en la fe en la autosuficiencia de la razón humana.
Llegué a comprender el significado central del “corazón”, proclamado repetidamente por las Sagradas Escrituras como la raíz religiosa de la existencia humana”.6 En otras palabras, los filósofos desde Platón y Aristóteles, hasta Tomás de Aquino e Immanuel Kant, todos buscaron una “síntesis interna” (un sistema de inteligibilidad que lo explica todo) a partir de una creencia en el corazón de que la razón humana era autosuficiente y autoexplicativa. En esta abstracción caída y rebelde, el hombre asume (por la fe en el corazón) que su razón es perfectamente capaz de demostrar coherencia en la experiencia humana. Como demuestra Dooyeweerd, este no es el caso porque la raíz – según las Escrituras – es el corazón, no la razón.
MOTIVOS BÁSICOS Y EL CORAZÓN
Debido a que el corazón humano 7 es la fuente de la vida (Proverbios 4:23), los “motivos básicos” antes mencionados toman forma por la fe, y esto está condicionado al alineamiento o desviación del hombre de la revelación divina. Esto es a lo que me refiero. Dooyeweerd identificó cuatro motivos básicos diferentes que surgen del corazón humano y que tienden a adoptar dos formas; son dos sistemas, para usar el lenguaje de Van Til. En primer lugar, el hombre mira el horizonte de la experiencia y le da sentido a partir de su depravación humana, lo que invariablemente significa una absolutización de un aspecto de la experiencia humana. Tales, el primer filósofo, creía que todo era agua. Pitágoras creía que todo eran números. Protágoras fue tan audaz como para afirmar que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Darwin creía que la vida era simplemente desarrollo biológico e histórico, mientras que Marx reducía la vida a la lucha de clases económica e histórica. Estos son ejemplos de hombres depravados que absolutizaron un aspecto de la vida, explicando todo únicamente en términos de categorías inmanentes de la creación. También conocido como reduccionismo, el problema que enfrenta el hombre caído es su rechazo del Creador y su insistencia en idolatrar lo inmanente, reduciendo así toda la vida a uno o dos aspectos de la ley de Dios para la creación.
¿Cuáles son los tres (de cuatro) motivos básicos que han dado forma a la historia humana y que impulsan estas absolutizaciones o reduccionismos? Para empezar, los griegos estaban atrapados en la tensión dialéctica entre la “forma” (los principios que organizaban la materia en “cosas”) y la “materia” (la materia de la que están hechas todas las cosas no divinas). Para los escolásticos, no gracias a la recapitulación de Aristóteles por parte de Tomás de Aquino, el motivo básico era la “naturaleza” (el nivel inferior) y la “gracia” (el nivel superior), un dualismo del que hoy todavía parece que no podemos deshacernos. Para el mundo moderno, la dialéctica era “naturaleza” y “libertad”, dos conceptos irreconciliables (dialéctica) que fluyen y refluyen, atrapando al hombre dentro de sus propias conceptualizaciones autónomas. El hombre quiere ser “libre” pero vive en un mundo “natural” que es fijo. Las leyes de la naturaleza son inexpugnables. Por tanto, no puede escapar de esta tensión. 8 El desarrollo de Dooyeweerd de los motivos básicos nos ayuda a ver que el hombre pecador siempre formulará el mundo en términos de su corazón (y mente) depravado, y por lo tanto estará atrapado dentro de su propia prisión hecha por él mismo. Todo pensamiento no bíblico es inherentemente dialéctico porque rechaza la distinción Creador/criatura.
El segundo sistema que el hombre utiliza para darle sentido al mundo tiene lugar cuando él se somete pactualmente al único motivo básico verdadero que establece coherencia, inteligibilidad y justificación para toda predicación humana. Es decir, el motivo básico de la Creación, Caída y Redención. La razón por la que podemos decir con seguridad que este es el “único motivo básico verdadero” es porque es literalmente la historia del mundo. La narrativa de la Creación/Caída/Redención es la materia de la realidad. Es en lo que tú y yo entramos en el momento en que somos concebidos en el útero de nuestra madre. Si presuponemos la autonomía del hombre, entonces, por supuesto, elegirá cualquier cosa en la creación para adorarla en lugar del Creador (Romanos 1:25). Pero presuposicionalmente, no podemos abordar los hechos del mundo (divorciados del Ser autoexplicativo de Dios) aparte del Dador, Creador y Definidor de todos los hechos. Van Til lo dice de esta manera: “Como Dios se explica por sí mismo, naturalmente habla con absoluta autoridad. Es Cristo como Dios quien habla en la Biblia. Por lo tanto, la Biblia no apela a la razón humana como última para justificar lo que dice. Llega al ser humano con autoridad absoluta. Su afirmación es que la propia razón humana debe tomarse en el sentido en que la Escritura la toma, es decir, como creada por Dios y, por tanto, propiamente sometida a la autoridad de Dios.9
Van Til continúa: “Por lo tanto, se requiere del hombre que se considere a sí mismo y a su mundo como totalmente reveladores de la presencia y los requerimientos de Dios. Es tarea del hombre buscar las verdades sobre Dios, sobre el mundo y sobre sí mismo, así como también la relación entre unos y otros”.10 Todo esto quiere decir que el corazón humano — dependiendo de su estatus y relación con el pacto — dará lugar a la idolatría y a conceptualizaciones elaboradamente falsas del mundo (la posición de la apostasía), o dará lugar a expresiones que honran a Dios y viven fielmente en el orden creado por Dios (la posición de obediencia). El hombre está ineludiblemente ligado a la autoexistencia de Dios, a la ontología autocontenida de Dios y a la comprensión autoexplicativa e inagotable de Dios de todas las cosas. Los hechos del mundo no pueden ni deben divorciarse del Ser y la naturaleza absoluta de Dios. Cuando el hombre intenta usurpar estas condiciones, lo hace de forma autónoma, a menudo violentamente y con odio a Dios, todo ello procedente de su corazón contaminado.
El motivo básico que sirve como “punto de contacto” entre el Dios trascendente y el hombre inmanente proviene del corazón, que está moldeado por el progreso histórico de la Creación, la Caída y la Redención. Primero debemos ocuparnos de la Creación.
La Creación es una manera de afirmar no simplemente los diversos aspectos del llamado mundo “natural”, sino también las leyes que gobiernan toda la existencia humana. “El gobierno de la ley de Dios es inmediato en el ámbito no humano, pero mediato en la cultura y la sociedad”.11 Lo que Wolters está diciendo es que la ley de Dios es transmitida directamente, sin mediación humana, a la creación de una manera fija, impenetrable y organizada. El hombre no puede escapar a las leyes de la naturaleza; su único recurso es el suicidio, y ni siquiera entonces escapa a Dios. Y, aun así, Dios media Su ley a través del hombre al darle al hombre la responsabilidad de alinearse con ella. Dios ha dado una ley para la creación y, por lo tanto, Él no está sujeto al “orden del mundo”.12 Pero el hombre está completa y enteramente, en todo momento — como criatura creada — sujeto al orden de Dios. Wolters nuevamente dice: “El mundo entero de nuestra experiencia está constituido por la sabiduría y la voluntad creativa de Dios, y esa voluntad y sabiduría (es decir, su ley) son, en principio, cognoscibles en todas partes en virtud de la revelación creacional de Dios”.13 Como portadores de Su imagen, Dios se ha revelado de tal manera que el hombre es responsable ante Dios con cada fibra de su ser. La creación es, pues, un motivo integral que incluye la naturaleza y la existencia del hombre, hasta el mismo corazón. El hombre come, duerme y respira la creación de Dios. Para mezclar metáforas, este es un libro del que el hombre, como personaje, no puede escapar. La creación es mucho más profunda y amplia de lo que normalmente imaginamos.
En cuanto a la caída del hombre, debemos enfatizar la depravación radical (hasta la “raíz”) que entró en la buena creación de Dios. La Biblia nos dice que la desobediencia de Adán y Eva contaminó catastróficamente a toda la creación en su conjunto. La totalidad del ser del hombre, incluyendo la raíz religiosa de su corazón (Rom. 1:21), así como su razón (Rom. 1:28), se corrompió debido a la transgresión de la ley de Dios por parte del hombre. La desobediencia del hombre y su recién adquirida condición de culpa es lo que estropeó la tierra. El pecado no abolió la creación ni le quitó su bondad general. Más bien, el orden de la creación ahora incluye otro orden, el orden del pecado. La anarquía del pecado (1 Juan 3:4) se convirtió en una especie de intromisión ajena o extraña mediante la cual la dirección de la creación (a diferencia de la estructura de la creación) se distorsionó. La estructura (la ley de Dios) permanece y todavía está en condiciones de funcionar; siempre lo estará. Pero la dirección del corazón del hombre, roto y envenenado por sentimientos de inseguridad y deseos de autonomía, intenta siempre llevar la buena creación en una dirección diferente. Este orden de pecado (como lo llamó Calvino) corrompe la bondad, pervierte la justicia y difama la belleza. Aún así, Dios mantiene el orden creado a pesar de las inclinaciones malignas del hombre. “Dios nunca suelta a sus criaturas, ni siquiera frente a la apostasía, la incredulidad y la perversión. En nuestra terminología, la estructura nunca queda completamente borrada por una (mala) dirección”.14 El pecado es mucho más profundo y amplio de lo que normalmente imaginamos.
En cuanto a la redención, debemos recordar que la historia del mundo no termina en la depravación del hombre sino en su liberación. La muerte, sepultura, resurrección y ascensión de Cristo es la redención cósmica y mundial del hombre y sus expresiones pecaminosas. La obra de gracia de Cristo es una restauración de la creación, no una perfección (como concluye erróneamente Tomás de Aquino15). “Perfección” implica cierta cualidad deficiente, pero la creación de Dios no carece de algo; por lo tanto, debemos hablar de restauración a partir de una desviación previa. Wolters vuelve a ser útil aquí: “La redención no es una cuestión de añadir una dimensión espiritual o sobrenatural a la vida de las criaturas que antes faltaba; más bien, se trata de darle nueva vida y vitalidad a lo que estuvo allí todo el tiempo”.16 La obra de Cristo restaura y vivifica la raíz religiosa del hombre — su corazón — y desde allí se manifiesta en todas las actividades y esfuerzos organizativos del hombre.
Con un corazón nuevo, el hombre cree en el Señor Jesucristo (Rom. 10:10). Él o ella ahora es introducido en el nuevo orden, el Reino de Dios. Ahora caemos bajo la jurisdicción del Rey Jesús, habiendo experimentado primero Su obra de sustitución Sumo Sacerdotal (2 Cor. 5:21). Como nuestra nueva Cabeza Federal, Cristo establece la Iglesia (Col. 1:18), la envía a la misión de discipular a las naciones (Mat. 28:18-20), y así trae la redención al mundo a través de las actividades culturales del hombre. Hablando presuposicionalmente, el pietismo queda descartado ipso facto. La redención recupera el territorio cedido por el hombre pecador, y dado que la mancha del pecado es universal, la redención de Cristo es igualmente integral. Por tanto, el dominio de la autoridad de Cristo es total (Mateo 28:18). Mientras la batalla continúa, predicamos a Cristo y a Él crucificado, y los pensamientos aberrantes del hombre son capturados y sometidos a Cristo. ¡Gracias a Dios! La redención, como la creación y la caída, es mucho más profunda y amplia de lo que normalmente imaginamos.
CINCO PUNTOS A CONSIDERAR
Mi tarea aquí ha sido dar cierta idea de lo que es el presuposicionalismo, un desafío que requiere más que el espacio asignado. Me doy cuenta de que algo de esto es bastante pesado y ciertamente invito a hacer preguntas. Sin embargo, antes de concluir, hay cinco componentes claves que es necesario destacar y los explicaré brevemente.
CONCLUSIÓN
La distinción Creador/creación siempre ha sido, y sigue siendo, una doctrina central y una característica definitoria del presuposicionalismo. Sin la existencia de Dios (una imposibilidad), nada existe, porque Dios es el Soberano que emite el mandato de Su Palabra. Como Creador, Dios es perfectamente suficiente en sí mismo; No necesita consejo ni influencia externa. Su existencia no se basa en nada creado porque Él es el Creador. Además, el hombre es incapaz de conocer a Dios exhaustivamente, pero eso no es lo mismo que decir que el hombre no puede conocer nada. Dios es, por tanto, insondable.
Sin embargo, el conocimiento es posible porque Dios es a la vez trascendente e inmanente. ¿Cuál es el puente entre la trascendencia infinita del Dios Creador y la inmanencia absolutamente finita del hombre como criatura? La revelación del pacto de Dios. “El conocimiento que obtenemos de Dios por medio de su revelación es, por tanto, un conocimiento de fe”.24La fe es conocimiento y la fe viene del corazón. El corazón, como hemos visto, es el rasgo supratemporal de la imágen de Dios en el hombre. Bavinck nuevamente dice: “El conocimiento que Dios nos da de sí mismo en la naturaleza y en las Escrituras es limitado, finito, fragmentario, pero sin embargo es verdadero y puro. Tal es Dios tal como se ha revelado en Su Palabra y específicamente en Cristo y por medio de él; y sólo Él es tal como lo requiere nuestro corazón.”25
Los presuposicionalistas insisten en la autoridad de las Escrituras, la veracidad de la creación, la naturaleza radical de la caída y la naturaleza integral de la redención y el reinado de Cristo. También ven el corazón como la raíz religiosa central del hombre y, por lo tanto, contrariamente a Kant, quien insistió en que el hombre debe razonar de manera autónoma, el estatus del hombre como guardián o infractor del pacto es el factor decisivo sobre si su conocimiento (creencia verdadera justificada) se condice con la realidad y la totalidad de esferas que experimenta el hombre. Cada vez que un incrédulo hace algo bien, ya sea científica o experimentalmente, lo hace porque vive en el mundo de Dios, está hecho a la imagen de Dios y, aunque más bien sin quererlo, presupone la visión cristiana del mundo y la vida, contrario a los deseos de su corazón contaminado.
Como debería resultar obvio a estas alturas, el conocimiento no es un proyecto neutral. El conocimiento es la capacidad del hombre para determinar ciertos hechos sobre el mundo, incluida su síntesis y conexión, todo porque Dios existe y se ha revelado. Por tanto, el conocimiento es un concepto religioso. Y esto se debe a que el Señor Jesucristo gobierna y reina. Él es la Segunda Persona de la Trinidad que se hizo carne para restaurar la imagen de Dios en el hombre. Él es la Palabra de Dios revelada en la historia que ha venido para dar vida a los hombres y hacerlos hacedores fieles al pacto de la Palabra. Las Escrituras dan testimonio de Jesús (Lucas 24:27) y por tanto el hombre no tiene excusa (Rom. 1:20). Pero la promesa es segura: “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar” (Hab. 2:14).
Bavinck lo dice mejor: “La esencia de la religión cristiana consiste en la realidad de que la creación del Padre, arruinada por el pecado, es restaurada en la muerte del Hijo de Dios y recreada por la gracia del Espíritu Santo en el reino de Dios.”26 Este es el testimonio cristiano de todas las cosas, y es glorioso.
NOTAS:
Artículos Relacionados:
Conferencias de Kuyper sobre el Calvinismo: El Calvinismo y El Arte (6)
Cosmovisión
03/12/2024
Conferencias de Kuyper sobre el Calvinismo: El Calvinismo y La Religión (3)
Cosmovisión
12/11/2024