2 ABRIL, 2021
Este artículo fue posteado online en Chalcedon – The Church as Function – y originalmente publicado en Mayo del año 1988 (Chalcedon Position Paper No. 97). Añadí algunos énfasis con negrita y cursiva así como aclaraciones de algunas palabras de poco uso diario, a fin de hacer más amena la lectura. Aclarada esta salvedad, he aquí el artículo.
La iglesia comenzó su historia en el Imperio Romano, en medio de una cultura grecorromana. La propia Jerusalén reflejaba ese hecho y estaba generosamente subvencionada por los emperadores debido a su importancia estratégica. Mantener a Judea en paz y feliz era una política básica. El hecho de que Judea no apreciara sus “privilegios” llevó a la intensidad de la venganza romana durante y después de la guerra del 66 al 70 d.C.
La iglesia fue, a la vez, influenciada por esa cultura grecorromana y hostil hacia ella. Herbert B. Workman, en Persecución en la Iglesia Primitiva (1906), señaló: “Según la teoría romana, el Estado era la única sociedad que debía absorber todos los intereses de sus súbditos – religiosos, sociales, políticos, humanitarios – con la única posible excepción de la familia. No había lugar en el derecho romano para la existencia, y mucho menos el desarrollo en sus propias líneas de crecimiento orgánico, de cualquier corporación o sociedad que no se reconociera desde el principio como un mero departamento o auxiliar del Estado. El Estado era todo y en todo, el único organismo con vida propia. La Iglesia, como reino viviente de Jesús, no podía aceptar tal teoría ni en el siglo I ni en el XX”. Muchos eclesiásticos, en aquel entonces como ahora, intentaron complacer la soberanía del Estado o emperador, en lugar de a Cristo. Estaban dispuestos a confesar: “César es señor”. La iglesia, en parte, fue preservada de la absorción debido a la persecución romana. Los cristianos intransigentes e inflexibles preservaron la iglesia al negarse a transigir (comprometer su fe cristiana).
De todos modos, sin embargo, se absorbieron algunas cosas, es decir, el neoplatonismo, el aristotelismo, el estoicismo, el ascetismo, etc.1 Una importante adopción de Roma fue la organización y la burocratización. La iglesia era en un sentido muy real una continuación de la sinagoga, y en el texto griego de Santiago 2: 2, la palabra traducida como congregación es en realidad sinagoga.
La iglesia, a diferencia de la sinagoga, no solo era una organización hebraica, sino que era esencialmente un cuerpo orgánico, una corporación: el cuerpo de Cristo. Ahora bien, los miembros de un cuerpo (es decir, las manos, los pies, etc.) no ocupan cargos; tienen funciones. Las palabras traducidas como ministerio en el Nuevo Testamento lo aclaran. Para Romanos 11: 13, I Timoteo 3: 10 y 3: 13, la palabra usada es diakonia en Romanos y diakoneo en Timoteo. La palabra en inglés es diácono y significa siervo, servicio; se refiere a una función. En Romanos 12: 4, la palabra traducida como función en griego es praxis, práctica. En I Timoteo 3:1, es episkope y su significado es supervisión o inspección para brindar alivio o ayuda. En Hebreos 7: 5, la referencia es al sacerdocio del Antiguo Testamento, hierateia, y se refiere a la función sacerdotal.
Por lo tanto, lo que llamamos oficios (o ministerios) de la iglesia son en realidad funciones del cuerpo de Cristo en este mundo. Este hecho es muy importante. Los oficios (cargos) conducen a una burocracia y una clase dominante, mientras que las funciones mantienen vivo a un cuerpo.
En la iglesia primitiva tampoco tenemos evidencia de lo que es común hoy en día, reuniones burocráticas regulares y oficiales de presbiterios, sínodos, concilios, obispos, etc. En cambio, comenzando con el Concilio de Jerusalén en Hechos 15, las reuniones fueron llamadas a resolver un problema o satisfacer una necesidad. Eran reuniones funcionales, no organizativas; eran aspectos de la vida de un cuerpo (un organismo), no de una organización burocrática. No ejercían ningún poder coercitivo, sino que formulaban preguntas y respuestas relacionadas con la fe y la moral, con cuidado y precisión.
Tanto las iglesias orientales como las occidentales y, en occidente, el catolicismo, el protestantismo y el anabaptismo, han desarrollado grandes y poderosas burocracias que obstaculizan la vida de la iglesia. Tanto la iglesia como el Estado, y especialmente el Estado, sufren gravemente la burocratización y el consiguiente estreñimiento (constipación) en sus vidas. Como resultado, en los Estados Unidos, muchos protestantes y católicos tienen algunos grupos de estudio en el hogar que dan nueva vida a su fe. En Edimburgo, Escocia, encontré una notable iglesia carismática; había comprado una gran iglesia de piedra cerrada por los presbiterianos y era el centro de amplios ministerios. ¡Pero no tenía lista de miembros! Por temor al estrangulamiento burocrático, mantenía unida a la iglesia como un vínculo de fe en el Espíritu más que como una institución. Si bien no es necesario llegar tan lejos, es evidente que se necesita con urgencia un correctivo para enfatizar la función y la vida de la iglesia.
Una de las consecuencias de la burocratización en la iglesia es el surgimiento del “star system” (literalmente, “sistema de la estrella”). Ciertamente, esto también es cierto en otras esferas, especialmente en el Estado. La gente vota por los presidentes en términos de su proyección de “imagen”, no de su fe y vida, no de su acción. La mayoría de los presidentes de los primeros años de Estados Unidos nunca serían elegidos hoy. Lincoln es popular en retrospectiva. Su voz aguda, descuido en la vestimenta y mucho más, lo acabarían hoy después de una aparición en televisión.
Es necesario comprender la importancia del “sistema de la estrella”. La gente quiere que la estrella personifique lo que quiere o le gustaría ser. Se identifican con la imagen que proyecta. Por lo tanto, algunas personas sienten que un líder político prominente, o un líder religioso, tiene “derecho” a cometer errores morales debido a su importancia. En épocas anteriores, tales lapsos eran llamados la prerrogativa real. La estrella debe ser la expresión de la voluntad popular o común, la voluntad general.
En la iglesia de los Estados Unidos, el “sistema de la estrella” se estableció poco después de que las iglesias comenzaran a moverse, por un lado, hacia el unitarismo y, por el otro, hacia el avivamiento arminiano. La gente gravitaba hacia poderosos pulpitos a ambos lados de la valla. Entonces, las iglesias comenzaron a tomar su vida de la estrella: una estrella podía atraer a cientos e incluso a miles de personas, llevar a un gran complejo de iglesias, atraer personas y dinero, y dar a los miembros la sensación indirecta de ser parte de una gran iglesia. Esto todavía está muy presente con nosotros. Algunas personas simplemente dirán: “Quiero una iglesia donde esté la acción”. Por acción, se refieren a multitudes; el resultado es a menudo un “cristianismo” suplente, no una fe viva.
El resultado también es el “cristianismo” de espectadores, una estrella que actúa ante cientos y miles. El mandato para los creyentes tanto en iglesias numéricamente grandes como pequeñas se reduce entonces a ser buenos espectadores y contribuyentes. Para el “cristiano” suplente, alguien más expresa la fe y hace el trabajo. Tenemos entonces lo que el general William Booth llamó miembros de iglesia momificados.
El “sistema de la estrella” ha tenido sus estrellas naufragadas a lo largo de los siglos, hombres como Savanarola, Henry Ward Beecher y otros de años más recientes, y el final aún no ha llegado. El “sistema de la estrella” tiende a dar, no vida, sino una apariencia de vida. Como dice Pablo en II Timoteo 3: 5, algunos tienen apariencia de piedad, pero no su poder. En cambio, lo que suelen tener las estrellas es el poder del dinero.
Pablo nos dice que somos “la iglesia del Dios vivo” (I Tim. 3: 15). Jesucristo declara que Él es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14: 4). La Trinidad nunca se identifica como la Gran Burocracia, sino como la vida, el autor de la vida y más. Que la iglesia se identifique en términos de su burocracia es un hecho lamentable.2
Si la iglesia en verdad es el Cuerpo de Cristo, debe funcionar como si estuviera viva. Una iglesia muerta es una iglesia que no funciona; es la sal que ha perdido su sabor y que sólo sirve para ser arrojada y hollada por los hombres (Mat. 5: 13). Ésta es una posibilidad sombría en nuestro tiempo. No podemos decir que en todos los lugares la iglesia de hoy esté muerta, pero en demasiadas áreas está gravemente artrítica y débil. Cristo, el Señor de la vida, nos manda diciendo: “A ti te digo, levántate”.
NOTAS:
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