26 JULIO, 2025
Este es el séptimo de una serie de artículos traducidos de Kuyperian donde Jesse Sumpter nos ofreció en primer lugar un panorama general de la vida y obra de Abraham Kuyper y luego sintetizó cada una de las famosas Conferencias sobre el Calvinismo dadas en Princeton a fines del siglo XIX. En conjunto, introducen el pensamiento neocalvinista que influyó a numerosos teólogos y pensadores cristianos a lo largo del siglo XX.
En esta última entrada, el resumen de la sexta conferencia nos presenta como el calvinismo es la alternativa más solida para combatir el modernismo como ideología anticristiana cimentada en los postulados filosóficos de la revolución francesa y el evolucionismo darwinista. Usted puede encontrar el artículo original en Kuyper’s Lectures on Calvinism: Calvinism and the Future.
Kuyper comienza resumiendo sus conferencias anteriores con estas palabras:
“El [calvinismo] elevó nuestra religión cristiana a su más alto esplendor espiritual; creó un orden eclesiástico que se convirtió en la preformación de la confederación estatal; demostró ser el ángel guardián de la ciencia; emancipó el arte; propagó un esquema político que dio origen al gobierno constitucional, tanto en Europa como en América; fomentó la agricultura y la industria, el comercio y la navegación; imprimió una profunda impronta cristiana a la vida hogareña y a los lazos familiares; promovió la pureza en nuestros círculos sociales a través de sus elevadas normas morales; y a este efecto múltiple colocó por debajo de la Iglesia y del Estado, por debajo de la sociedad y del círculo hogareño, una concepción filosófica fundamental estrictamente derivada de su principio dominante, y por lo tanto toda suya” (p 171).
A continuación, Kuyper examina su época actual y sugiere dónde puede ayudar el calvinismo a configurar y construir el futuro. Sugiere que el tema de su última conferencia sea “Un nuevo desarrollo calvinista necesario para las necesidades del futuro” (p. 171).
La Situación Actual
Kuyper examina en primer lugar la situación actual. Reconoce los numerosos cambios de la era moderna. Dice: “Las relaciones y la comunicación mundial se hacen cada vez más rápidas y generalizadas. Asia y África, hasta hace poco dormidas, se sienten poco a poco arrastradas al gran círculo de la vida desarrollada” (p. 172).
A continuación describe la enfermedad actual de la cultura occidental. Ve con acierto que hay una oscuridad espiritual que se está levantando en el mundo. La solución consiste, pues, en recuperar una comprensión sólida de la solución espiritual que busca nuestro mundo. Dice: “Nuestra vida personal como hombres y ciudadanos no subsiste en las comodidades que nos rodean, ni en el cuerpo que nos sirve de vínculo con el mundo exterior, sino en el espíritu que nos acciona interiormente…” (p 172). A continuación señala a Nietzsche como ejemplo paradigmático de la oscuridad que hay en el interior de los hombres: “…Nietzsche puede ofendernos con su burla sacrílega, pero ¿qué otra cosa es su exigencia del “Uebermensch”1, sino el grito de desesperación arrancado del corazón de la humanidad por la amarga conciencia que está suspirando espiritualmente?”. (p 173) Kuyper sugiere que nuestro tiempo se parece mucho a la edad de oro de Roma y el veredicto es que estamos “podridos hasta la médula” (p 173).
La solución que necesitamos no se encuentra en otras fuentes. Kuyper dice: “Pero esta luz no surgió a través de la evolución; brilló desde la Cruz del Calvario” (p 174). El rejuvenecimiento sólo puede venir a través del antiguo y, sin embargo, siempre nuevo Evangelio. La filosofía moderna intenta sugerir que ha superado al cristianismo. Kuyper reconoce que “la responsabilidad de esta degeneración incumbe sin duda en parte a las propias iglesias cristianas, sin exceptuar a las de la Reforma” (p 175).
La Historia del Problema
A continuación, Kuyper pasa a describir la historia del problema que nos rodea. Se remonta a la Revolución Francesa de 1789. Allí es donde hecharon raíz gran parte de los problemas filosóficos y morales. Kuyper observa que esta gran revolución estalló en un país católico romano (p 176) y cambió muchas cosas. Él dice: “El hombre como tal, cada individuo, debía ser en adelante su propio amo y señor, guiado por su libre albedrío y buen deseo” (p 176). Continúa:
“Desde Francia, este espíritu de disolución, esta pasión de emancipación salvaje, se ha extendido entre las demás naciones, especialmente a través de una literatura infamemente obscena, y ha infectado sus vidas” (p 177).
Kuyper dice a continuación: “El espíritu de esta vida moderna se caracteriza más claramente por el hecho de que busca el origen del hombre no en la creación a imagen de Dios, sino en la evolución a partir del animal” (p 178). Este deseo de encontrar la solución en la evolución trae dos resultados. En primer lugar, rebaja al hombre dejando de ser uno que lleva la imagen de Dios a no ser más que un ser material y materialista. En segundo lugar, niega la soberanía de Dios, dejándolo todo en manos de un proceso ciego (p. 178).
Con estos factores evolutivos en acción, el resultado es que:
“el dinero, el placer y el poder social son los únicos objetos que se persiguen, y la gente es cada vez menos exigente en cuanto a los medios empleados para conseguirlos. Así, la voz de la conciencia se hace cada vez menos audible…” (p 179).
Kuyper comenta que este proceso incesante cansa el alma humana. Dice: “Privado de la saludable influencia del descanso, el cerebro está sobreestimulado y sobreexigido hasta el punto de que los manicomios ya no son adecuados para albergar a los dementes” (p. 179).
El énfasis en la evolución significa que todo y cualquier cosa puede cambiarse. Kuypers dice: “Ya no merece la pena luchar por la causa de la monogamia, puesto que la poligamia y la poliandria están siendo sistemáticamente glorificadas en todos los productos de la escuela realista de arte y literatura” (p 179).
Con la influencia de la evolución, “Poco a poco, el conflicto entre el fuerte y el débil se ha convertido en el rasgo dominante de la vida, surgido del propio darwinismo, cuya idea central de una lucha por la vida tiene como resorte principal esta misma antítesis” (p. 179).
¿Es Roma una Opción?
A continuación, Kuyper examina una posible solución a este problema tan extendido. Se pregunta si la Iglesia de Roma puede ofrecer una solución a este dilema.
Kuyper dice: “Aunque la historia de la Reforma ha establecido una antítesis fundamental entre Roma y nosotros, sería, sin embargo, estrechez de miras y miopía subestimar el poder real que incluso ahora se manifiesta en la guerra de Roma contra el ateísmo y el panteísmo” (p 183). Él considera que la Iglesia de Roma resiste bien el trabajo de estas fuerzas enemigas. Sin embargo, Kuyper reconoce muchos puntos que no pueden conciliarse entre protestantes y católicos romanos: La jerarquía eclesiástica, la naturaleza del hombre, la justificación, la misa, la invocación de los santos, el culto a las imágenes, el purgatorio y otros. Kuyper afirma que “nos oponemos a Roma con la misma firmeza que nuestros padres” (p. 183).
A continuación, Kuyper sugiere cómo la Iglesia romana puede ser un aliado útil en la lucha. Dice que las líneas de batalla están trazadas así: Teísmo frente a panteísmo, pecado frente a perfección, Jesús divino frente a mero hombre, expiación frente a ejemplo a imitar. En este tipo de luchas, Roma puede ser un aliado útil (p 183). Sin embargo, ¿significa esto que nuestro futuro debe buscarse en la labor de Roma?
Kuyper ofrece un rotundo no. Él ve en América Central y del Sur lo que Roma puede ofrecer. Dice: “Pero en vano buscamos en esos Estados romanos americanos una vida que eleve, desarrolle energía y ejerza una influencia saludable en el exterior” (p 184). También mira a Europa y dice: “En Europa, también, el crédito de todos los estados protestantes es alto, el de los países del sur que son católicos romanos, está en un doloroso descuento” (p 185).
De este modo, podemos ver que Roma no tiene las respuestas que nuestra sociedad necesita. De hecho, Kuyper sugiere que acudir a Roma en busca de ayuda, “…sería un paso atrás en el curso de la historia” (p 186).
En su lugar, Kuyper afirma que el protestantismo es la obra que verdaderamente mira hacia delante.
Kuyper reconoce que algunos se burlarán de esta afirmación. Dice que éstos dirán: “…Vosotros mismos no tenéis derecho a pronunciaros sobre el Protestantismo; porque después del Protestantismo vino el Modernismo” (p 187) Sin embargo, él se opone a esto diciendo que el Modernismo no era en absoluto un movimiento hacia adelante, por lo que no era realmente el futuro del Protestantismo. Dice: “…lo que nos ofrece el Modernismo no es moderno, sino muy antiguo; no posterior, sino anterior al Protestantismo, remontándose a la Estoa y a Epicuro”2 (p 187).
El Calvinismo Debe Ser Restaurado
Kuyper insta entonces a volver al calvinismo como único avance verdadero, porque proclama verdaderamente la gran obra de renovación interior que debe producirse en cada individuo para reformar la sociedad. Kuyper dice: “[Jesús] curó el cuerpo enfermo, pero aún más verdaderamente vendó nuestras heridas espirituales” (p 188). Otras filosofías, incluso las cristianas, a menudo se limitan a restablecer las dolencias corporales sin prestar apenas atención a las necesidades internas y espirituales del hombre. De este modo, Kuyper dice: “Sólo del calvinismo puede decirse que ha seguido de forma coherente y lógica las líneas de la Reforma…” (p 190).
A continuación, Kuyper expone cuatro pasos clave para asegurar que el calvinismo marcará el futuro. Primero, el calvinismo debe recibir más apoyo. Segundo, el calvinismo debe ser un tema central de estudio. Tercero, los cristianos deben aplicar el calvinismo a nuestro tiempo. Cuarto, las iglesias que confiesan el calvinismo no deben avergonzarse de su confesión (p 192).
Kuyper recuerda a su audiencia americana las grandes raíces cristianas y calvinistas de su país. Dice: “Y cuando vuestro Presidente proclama un día nacional de acción de gracias, o cuando las cámaras del Congreso reunidas en Washington se abren con una oración, es una evidencia siempre nueva de que a través de la democracia americana corre aún una vena que, habiendo brotado de los Padres Peregrinos, todavía ejerce su poder en la actualidad” (p 192-193).
De estos y otros frutos que nos rodean, debemos ver la verdadera herencia que tenemos en el calvinismo. Kuyper dice: “Lo que exijo entonces, y exijo con derecho histórico, es que se ponga fin a este ingrato desconocimiento del calvinismo” (p 193). Las iglesias cristianas de todo el mundo y de Estados Unidos deben dejar de avergonzarse de su confesión calvinista (p. 194).
Conclusiones: Elección, no selección
Kuyper concluye esta conferencia de clausura profundizando en la gran amenaza de su época y de la nuestra: La Evolución. Dice: “Nuestra generación hace oídos sordos a la Elección, pero se entusiasma locamente con la Selección” (p 195). Éstos son los dos bandos en lucha: Elección vs Selección Natural. ¿Es un Dios santo y justo el juez soberano sobre el mundo o lo es un proceso natural de selección que opera ciegamente?
Kuyper afirma perspicazmente que la selección natural “intenta resolver este problema de problemas” (p. 196). Y continúa: “Incluso en la célula individual plantea diferencias, elementos más débiles y más fuertes. El más fuerte vence al más débil, y la ganancia se almacena en una mayor potencia del ser” (p 196). De este modo, la Selección intenta ser la respuesta a todas las preguntas del universo. De este modo, no se puede encontrar un terreno neutral. La selección toma todo o nada.
Kuyper recuerda también a su auditorio que “…el calvinismo se atrevió a afrontar este mismo problema que domina todo, resolviéndolo, sin embargo, no en el sentido de una selección ciega que se agita en las células inconscientes, sino honrando la elección soberana de Aquel que creó todas las cosas visibles e invisibles” (p 197). El calvinismo es también un sistema de vida y se somete a la elección soberana de Dios. Kuyper dice: “La vivificación de la vida no procede de los hombres; es prerrogativa de Dios” (p 199).
Kuyper afirma con razón que se han trazado las líneas de batalla entre el materialismo y el cristianismo. No es posible conciliar los dos lados de la Elección y la Selección. Todo depende de estos dos fundamentos totalmente opuestos.
El calvinismo es un grito para reunir a las tropas bajo la bandera de la elección soberana de Dios. Sólo allí, al pie del carácter divino de Dios, puede hallarse la salvación. Y esta salvación en Cristo, orienta todo lo demás en el mundo. El calvinismo es la necesidad del momento. Pero no es el calvinismo el que salva. Es Jesús quien salva. Kuyper concluye sus conferencias recordando a su audiencia que es la elección de Dios la que produce el verdadero avivamiento. Nada de lo que haga el hombre puede cambiar las cosas si Dios no actúa.
Kuyper lo dice de esta manera: “Ahora bien, aunque el calvinismo no sea más que un arpa eolia3 – absolutamente impotente, como es, sin el Espíritu vivificador de Dios -, aún así sentimos que es nuestro deber divino mantener nuestra arpa, con sus cuerdas bien afinadas, lista en la ventana de la Santa Sión de Dios, esperando el soplo del Espíritu” (p 199).
Que nuestras arpas calvinistas estén siempre a punto y que el Espíritu venga pronto y haga resonar de nuevo nuestras vidas.
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